Una de cada cinco de estas centrales fue aprobada antes de la primera Ley Ambiental de 1994, razón por la cual no integran medidas de mitigación ni participación ciudadana, mientras que la totalidad de ellas funciona desde antes de la nueva Norma para Emisión de Termoeléctricas, que entró en vigencia en julio pasado pero con efecto retroactivo diferenciado entre plantas antiguas y nuevas.
En total, existen 239 plantas térmicas en la matriz eléctrica de Chile. Lo delicado de esto es que al menos 46 plantas, equivalentes al 19,2% del total de la matriz eléctrica de Chile, funcionan con tecnología muy antigua y contaminante, puesto que fueron autorizadas antes de que se creara en 1994 el Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental (SEIA). Esto significa que no tienen medidas de mitigación, compensación y reparación, y tampoco se sometieron a participación ciudadana.
Para peor, la totalidad de las plantas térmicas de Chile existen desde antes de la nueva Norma de Emisión para Centrales Termoeléctricas, vigente desde julio de 2013 para limitar las emisiones de material particulado fino , dióxido de azufre, óxidos de nitrógeno y mercurio. Esta norma tiene un efecto retroactivo relativo, puesto que es más laxa para las plantas más antiguas y sólo aplica totalmente para las plantas que se inauguren en adelante. El subdirector del Centro de Energía de la Universidad de Chile, Guillermo Jiménez, señaló:
“Lo único que se limita hacer el Gobierno es fijar reglas, pero en realidad las decisiones de inversión son de criterio directo de los agentes privados, desafortunadamente el Gobierno no tiene una injerencia directa en eso. Los gerentes manejan un portafolio en el que ellos tienen diferentes tecnologías, una central de carbón, una de Gas, una hidroeléctrica y en función de ese portafolio definen su estrategia de negocio”.
QUE HERMOSO PAÍS QUE SOMOS…