La violencia contra las mujeres es una lacra social que tiene diferentes y cambiantes manifestaciones. La pornografía está experimentando un viraje hacia la representación explícita del maltrato de la mujer, donde la línea entre el placer y el dolor de esta es cada día es más difusa. “En los últimos tiempos se está viendo un tipo de pornografía más violenta, que es cada vez menos lúdica: es la expresión directa de la creciente violencia contra las mujeres”. Son palabras de la prestigiosa activista feminista Silvia Federici (Parma, 1942), quien analizó la situación de la mujer en un sistema capitalista que pretende ponerle límites a través del control de su cuerpo.
Mujeres amordazadas, violaciones conjuntas, chicas sometidas a golpes e insultos son algunas de las prácticas que se pueden ver en vídeos que inundan las páginas pornográficas de todo el mundo. Como explica Federici, en su investigación sobre los modos contemporáneos de pornografía recogió material “tan desagradable” que no se “atrevió” a proyectarlo en sus clases de estudios femeninos de la Hofstra University de Nueva York.
Para la autora de Calibán y la bruja, este tipo de prácticas pone en relieve la crisis en la relación entre hombres y mujeres. «Todo el poder que ya no se puede ejercer a través del pago de dinero se intenta poner en práctica por otras vías más violentas”. Y es que detrás de la violencia de género se esconde el intento de cercar y limitar las capacidades y derechos de las mujeres.
El capitalismo necesita de mano de obra y esta nace de las mujeres, por lo que, para Federici, la forma de controlar y asegurar la base del sistema es controlar a las mujeres, empezando por su cuerpo. Estas se han visto particularmente afectadas por las diferentes crisis históricas. Pero en la actual, se han convertido en un factor especialmente vulnerable, pues son las que amortiguan los recortes sanitarios o el desmantelamiento de la cobertura social. Estas medidas provocan que las mujeres puedan llegar a aglutinar hasta tres trabajos: el de fuera del hogar, el del hogar y el que requiere alguna persona enferma o dependiente a su cargo (dos de ellos invisibilizados y sin remuneración).
¿Cómo pretende el capitalismo controlar el cuerpo de las mujeres?
Controlar el cuerpo de la mujer es sinónimo de decidir sobre reproducción, cuestiones sociales y demográficas. Existen muchas medidas en todo el mundo que se están tomando para retomar el control sobre las mujeres, perdido tras unas décadas de aparente libertad (en algunos países). No es un problema de número, de cuánta gente nace, pues mientras en unos países se acota la natalidad, a la vez, en otros se fomenta. El sistema lo que busca es controlar y decidir dónde, cuándo y con qué perfil nacerá su nueva «mano de obra”. De esta forma, el control del cuerpo de la mujer se convierte en la mejor garantía del mantenimiento de las estructuras capitalistas.
La dificultad o eliminación del acceso al aborto o la proposición de leyes que criminalizan cualquier comportamiento “extraño” que las mujeres puedan tener durante el embarazo (30 estados de EEUU están redactando un código de buena conducta que deberán seguir las embarazadas), son algunas de las políticas específicas dirigidas a las mujeres. Como relata Federici, uno de los mejores ejemplos es EEUU, país donde “más o menos 50 mujeres están acusadas de asesinato en primer grado tras haber perdido a su bebé” y haber consumido drogas de forma paralela. El hecho de que existan informes médicos que certifiquen que no existe relación entre la ingesta de drogas y el aborto (pues responde a otras causas) no las ha eximido de ser acusadas de asesinas.
Federici desvela que, una vez superado el momento en los que los movimientos sociales (incluido el feminista) pusieron en jaque al capitalismo, vivimos un momento de transición en el que existen dos corrientes muy divididas dentro del sistema. Por un lado, quienes apuntan hacia un nuevo patriarcado que reconoce a las mujeres la capacidad de ser masculinizada, entrar en el mercado laboral y llegar a ser efectivas desde la libertad. Por otro, quienes consideran que puede resultar “peligroso que las mujeres sean dueñas del control de su cuerpo”. Como respuesta a esta situación, la feminista italiana emplaza a mujeres y hombres a luchar por los derechos de la mujer pero no limitándolos al aborto, sino a los derechos en mayúsculas, pues la reproducción social es el motor de la vida.