Que 5 de los primeros 6 formalizados por el Caso Penta hayan salido de la PUC no es una casualidad, estamos hablando de una universidad que ha graduado a los más grandes delincuentes «de cuello y corbata» de este país. Al respecto, el sociólogo Alberto Mayol, en una columna para El Mostrador, analizó el tema y dio más nombres sobre sus «ilustres» graduados. Parte del artículo señala:
El año 1962, Hugo Bravo y Carlos Eugenio Lavín se conocieron en una sala de la Universidad Católica. En las clases de ingeniería comercial ya se respiraba el aire de la Escuela de Chicago, con un convenio firmado algunos años antes. Poco tiempo después ambos conocerían, en las mismas salas, al “Choclo” Délano, flaco y con un diente roto. Medio siglo después el mismo encuentro se producirá en los espacios comunes del anexo cárcel Capitán Yáber. Estos tres ex amigos pertenecen a la que era significada como la generación dorada de la Universidad Católica, donde luego de Délano llegaron Sebastián Piñera, Juan Bilbao y donde poco antes había estado Manuel Cruzat, como estudiante. Y donde después sería él quien organizaría a esa generación con una impronta.
Esta generación dorada es hoy un dolor de cabeza en la UC. Hace un mes, el decano de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Católica señaló en una carta a El Mercurio: “Con profunda preocupación hemos visto en el último tiempo que algunos ingenieros comerciales de la PUC aparecen haciendo noticia por su participación en actos reñidos con la ética y que además constituyen delitos”. Es cierto. Los egresados de la Pontificia Universidad Católica de Chile se acumulan en el Centro de Justicia para recibir la infausta noticia. Carlos Alberto Délano, Carlos Eugenio Lavín, Hugo Bravo, Pablo Wagner, Manuel Antonio Tocornal, Samuel Irarrázaval Larraín, han sido formalizados en el Caso Penta. Cuatro de ellos están presos desde el sábado. También egresado, pero además autoridad de la PUC otrora, Carlos Bombal se suma al grupo de procesados.
Esperan su turno muchos más hijos de la PUC que en las siguientes semanas deberán someterse a Fiscalía y eventualmente ser procesados: Ernesto Silva, Ena von Baer, Alberto Cardemil, Joaquín Lavín, Pablo Zalaquett, Laurence Golborne, Felipe de Mussy, Jovino Novoa, Alberto Undurraga. De los involucrados más relevantes en el Caso Penta, más del 80% fueron formados en la Universidad Católica. Un récord difícil de vencer.
Pero el fenómeno no acaba en Penta. La generación completa no solo tiene para mostrar su obra de instauración neoliberal, sino además su prontuario en tribunales. Juan Bilbao, discípulo de Piñera, está demandado por la SEC de Estados Unidos por uso de información privilegiada. Y Manuel Cruzat, el faro de la UC, tuvo que declarar por los contratos forwards hechos a Penta, además de haber tenido que afrontar una demanda por apropiación indebida de fondos de CMR Falabella (presentada en 2012) y una demanda de una fundación de beneficencia hace diez años. El histórico socio de Cruzat, Fernando Larraín Peña (hermano de Carlos, y también de la UC), no lo pasa mucho mejor con el Caso Cascadas, donde su familia está involucrada por la corredora LarrainVial.
Y sumemos a Carlos Vial Castillo, condenado por estafa en 2005 y fundador de la Fundación de Ingenieros UC; Rolf Lüders, condenado por el mismo caso (egresado y académico de la universidad). Gonzalo Vial Vial, dueño de Agrosuper, condenado por la colusión de los pollos. Y podríamos seguir muy lejos, como con Alejandro Pérez, que tuvo que dejar la gerencia de Celco cuando el 74% de los cisnes de Río Cruces, en Valdivia, murieron por la acción de la empresa y que luego ha sido señalado como el actor principal en la extraña operación que permitió su ingreso a la propiedad de la Universidad San Sebastián. Y no podemos olvidar a Sebastián Piñera, sancionado por la Superintendencia de Valores y Seguros (SVS) el año 2007 por uso de información privilegiada, procesado y declarado reo en 1982 por fraude en el caso del Banco de Talca y una de cuyas empresas fue mencionada en los últimos días por el fiscal Gajardo en referencia a los contratos forwards de Penta.
En medio de esto, los muchachos pontificios eran numerarios del Opus Dei, o estaban en el directorio de la Teletón o luchaban por la justicia incluso en calidad de jefes de Estado. Y cuando la crisis moral parecía acercarse, eran defendidos emotivamente. Hernán Larraín, senador, ex secretario general de la PUC, los defendió hace meses, poniendo las manos al fuego (las mismas que puso por Colonia Dignidad). Incluso la UC ha servido para defender la moral de quienes no han sido sus alumnos, como cuando su Vice Gran Canciller, Andrés Arteaga, y su Decano de Teología, Joaquín Silva, defendieron a Karadima.
Por eso el decano de la UC debe preocuparse de algo más que la ética. Y no solo él. El rector Ignacio Sánchez también debe preocuparse. Y los cardenales. Deben preguntarse por la cultura que promueven, por el aire que respiran. Esto no se soluciona con cursos. Deben preguntarse por la antropología que sustenta su universidad, dictatorial en lo político, restrictiva en lo sexual, permisiva en lo comercial. En la UC el rumor de la crisis moral es constante. Y aunque su navegar difícilmente pueda compararse con las turbulentas jornadas en el Centro de Justicia, lo cierto es que un capítulo del caso Penta ha alcanzado ya sus oficinas y aulas, cuestionándose el rol fundamental de la universidad en la construcción del empresariado y la elite política que dio luz al modelo neoliberal. Y es que la crisis de la UC es además la del gremialismo, es la del ala conservadora de la Iglesia también, es la crisis de la derecha actual y la crisis de El Mercurio, por lo demás.
La Pontificia Universidad Católica, directamente nutrida por el halo vaticano, ha prometido formación de excelencia y estatura moral. Ha señalado que su reino se traduce no solo en profesionales, sino en seres superiores en la corrección normativa. La propia PUC ha estado llevando a cabo su cruzada, luchando contra el aborto, convocando a los valores absolutos para entenderlos como el mayor patrimonio de la humanidad. Tanta convicción hubo, que la Pontificia Universidad Católica informó al Estado que sus creencias valían más que las leyes y que, de tratarse de una ley de aborto terapéutico, sencillamente ellos no la cumplirían. Y mientras se impregnaban de una moral totalizante, de pronto vino Penta. Y 15 de los 18 actores involucrados en el caso habían sido formados en la Universidad Católica.
PUC, FORMANDO DELINCUENTES EN EL NOMBRE DIOS…