Los Fachos, entendido como la generalización de la clase alta reaccionaria que obtuvo sus privilegios gracias a las privatizaciones de la dictadura, aman defender cigotos, mórulas y fetos, porque son casi un concepto abstracto. No piden comida, no exigen educación. Son invisibles, no como la gente pobre a la cual odian. Por lo que «defender su vida» resulta increíblemente beneficioso para jactarse de una falsa superioridad moral
Si en verdad defendieran la vida, como señala Humberto Maturana, se preocuparían por el ser humano en su vida integra, desde que nace hasta que muere, garantizarles salud, educación, vivienda, dignidad. Pero eso no les interesa, ya que cuestionaría de manera directa su estilo de vida. Por eso prefieren defender a embriones que personas. Un idea tan vacía como los argumentos que esgrimen para justificar su absurdo
Es tan burdo su falso interés por la vida, que ni siquiera aprueban el aborto en el caso de que la vida de la madre corra peligro. LLevan su defensa de cigotos al extremo de torturar a una niña violada obligándola a tener el hijo de su violador, donde por supuesto, una vez que nazca, no le darán el más mínimo apoyo emocional o económico. No son pro vida, nunca lo fueron, nunca lo serán
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