En una vergonzosa editorial, increíble para los tiempos que corren, (más allá de que sea El Mercurio), el diario de Agustín Edwards criticó duramente el actual humor político, asegurando que incitaba a la odiosidad, cohibía la defensa del espacio público y que socavaba instituciones como el Gobierno, las fuerzas policiales y la Iglesia Católica.
Hace ya un tiempo que en Chile las rutinas humorísticas con los típicos chistes machistas, aquellos sobre minorías y de personas con discapacidades han ido desapareciendo. Lo que hoy domina es el humor político y social, y los humoristas se han levantado como voces de los indignados, canalizando la crítica despiadada o bien la rabia o bien el resentimiento. Ya que cuesta mucho decir las cosas de frente, nada mejor que otro las diga. Y ahí cabe de todo, desde los casos Penta y Caval al escándalo de las platas de la FIFA.
Como las últimas encuestas indican que los chilenos, mayoritariamente, no confían en los políticos de ningún sector, los humoristas parecen sentirse en libertad para hablar de ellos y esperar aplausos de vuelta. El punto es que la masa reacciona como siempre: haciendo tabla rasa. Vale decir, todos los políticos son corruptos, todos los carabineros actúan mal, todos los que marchan son unos santos, todas las demandas sociales son pertinentes. En ese marco, no importa que el humorista haga distinciones entre estudiantes y encapuchados, por ejemplo, pues estas serán pasadas por alto en medio de la euforia oportunista que se produce. Incluso el énfasis del propio humorista limita el necesario equilibrio.
En televisión hay pocos espacios para el humor y los que hay ya casi no lo parecen, distanciándose cada vez más del humor-humor. Suenan a discursos políticos o a sermones reivindicatorios. El que más destaca es el del personaje de Daniel Alcaíno con «Yerko Puchento», que despotrica desde hace semanas contra la clase política en el programa «Vértigo» (Canal 13), con gran éxito de rating (promedió 21,8 con un peak de 24,5 el jueves 28 de mayo).
Un guión atractivo pero también delirante y sin marco conceptual alguno -elaborado en conjunto con Jorge López y que supuestamente revisan con atención los ejecutivos del canal- donde no pocas veces hay indiscriminada agresividad contra personas con nombre y apellido y errores graves, pues se suele convertir la broma en burla o, como ocurrió en su última presentación, donde sus apreciaciones respecto del actuar de Carabineros son simplemente irresponsables y generalistas. Todo esto en medio de un constante tono desafiante, haciendo alarde de que arriesga demandas y que no le importa lo que digan sus superiores en el canal ni que lo despidan. Una rutina que se permite, por cierto, disfrazado de «Yerko Puchento».
Sin duda, una actuación de humor puede y debe abordar la contingencia; así ha ocurrido desde tiempos pretéritos. Es parte de su esencia. Pero otra cosa es, a través de ella, incitar a más odiosidades, ayudar a cohibir la defensa del espacio público y a socavar las instituciones, desde el Gobierno a las fuerzas policiales y la Iglesia Católica. No cuesta indicar a la dupla Alcaíno-López como culpable, pero todo esto sucede en la sede de un medio de comunicación que tiene principios editoriales y de tan apreciada trayectoria como Canal 13.
1) ANTE UN PAÍS QUE SE CANSÓ DE SER CAGADO POR LA ELITE Y QUE EMPEZÓ A EXIGIR SUS DERECHOS, LA BURGUESÍA CHILENA CADA VEZ SERÁ MENOS SUTIL A LA HORA DE DEFENDER SUS PRIVILEGIOS
2) HACE RATO QUE DEBERÍAMOS HABER QUEMADO A EL MERCURIO, Y NO ES «CHISTE»