Vivimos en una sociedad donde la servidumbre existencial de carácter salarial es camuflada para apaciguar las conciencias reformista de quienes desde la ignorancia toleran su condición por una relación de aceptación/sumisión. Absorbidos por el estado-capital, se mueven exclusivamente por los caminos delimitados por el poder, no cuestionando ni por asomo las relaciones de autoridad y dominación que todos los días lo afectan. Incapaces de soñar, se conforman con alcanzar el poder divino que otorga el capital, para reproducir las arraigadas raíces de la servidumbre social. Servidumbre de carácter existencial, legitimado por el estado, el capital y la democracia, productos grises y apagados, dispuestos a ofrecer su desvida por la legalidad burguesa que representa la sociedad moderna.
Prostitución o vendimia de productos humanos, cegados por los placebos del estado-capital, aceptan sin rechistar su trágico final. No logran despertar, forman la masa gregaria que sustentan la deformación de la realidad. Anulados, paralizados, incapaces de concebir una vida en libertad porque desconocen la realidad de su cautividad. Súbditos, ciudadanos al servicio de la déspota democracia. Engendrada y confeccionada por y para la élite que sustentaba y sustenta su poder en el género masculino y la riqueza, engullendo la paz y el orden “democrático”, defendiendo la falaz idea de igualdad que venden para apaciguar la disidencia marginal.
Bendita Democracia traedora consigo del libre pensamiento; irónica contradicción, su absoluto control sobre los centros de enseñanza. Inculcando y confeccionando moldeables ciudadanos al servicio sagrado de la Constitución. Bendita Democracia traedora consigo del reconocimiento de los derechos; reconocimiento abstracto sin embargo contundente de la aceptación de una condición servicial. Derechos a cambio de obligaciones; obligación de servir existencialmente a la causa democrática, derecho a perecer para sustentar la cautividad democrática.
Todo se resume en el ocaso de la Humanidad, su gran depresión es su deplorable existencia. Desviven con la falaz idea de felicidad … románticos ciudadanos que esconden tras su boca el silencio y la complicidad de la injusticia más estremecedora. La figura sin sentido carente de rostro se constituye en su inexistencia y les arrebata la mísera libertad que han conocido. Los anestesiados con la ilusión de un “nuevo” día, alimentando el sistema con las papeletas de votos a “iconoclastas” que les devolverán el vivir de su sinvivir.
Las masas se funden así en una sombría figura, ¡el ciudadano modelo! ¡Uníos ciudadanos! Defended con vuestros pseudoburgueses puños vuestra ley … ¡Oh surgen nuevos Dioses! ¡Se llama Democracia! ¡Se llama Ley! ¡Se llama Constitución! ¡Se llama orden público! ¡Se llama Dinero! ¡Se llama Propiedad Privada! Deambulando, vagando, cegados por el consumismo arraigado e impuesto ¿o tolerado?. Míseros ciudadanos, expropiados, ninguneados, saqueados, manipulados, juzgados. Míseros ciudadanos, que tan ingenuamente consistís la más tajante condición servil. Miserables víctimas de un esquema preestablecido. Trabajad, consumid, morid. Trabajad, consumid, morid. Trabajad, consumid, morid. Ése es vuestro lema, vuestra bandera, vuestra existencia.