Resulta curioso, por decir lo menos, que el mismo sector político que justifica las detenciones ciudadanas y que más «mano dura» pide contra la delincuencia, ahora lloren por las agresiones que sufrieron sus militantes en las formalizaciones del Caso Penta. Militantes que por cierto, insisten en decir que ellos no cometieron delito alguno, como si recibir dinero de empresarios y legislar a su favor no fuese soborno, y que al hacerlo a través de boletas falsas no fuera evasión de impuestos.
Nuestro país se ha acostumbrado a asociar los delitos sólo cuando lo cometen los pobres, donde los medios de comunicación han sido especialmente eficientes en criminalizar la pobreza. Es cuestión de ver los noticieros donde llenan de crónica roja, denuncian a evasores del Transantiago, pero silencian lo más posible los delitos de cuello y corbata.
Los delincuentes de la UDI, porque eso es lo que son, merecen cada escupo que les tiren, cada patada en la raja que reciban y cada funa que hagan en su contra. ¿Les parece violento leer esto? Mucho más violento es recibir sobornos, defender la estafa de las AFP, no querer educación gratuita, no querer subir los sueldos, querer prohibir las marchas, no querer que la mujer decida sobre su cuerpo, y en general estar en contra de cualquier cosa que haga este un país «un poco» menos desigual. Defender la violencia estructural del sistema es más violento que cualquier patada que reciban