Que la libre competencia y el libre mercado son una mentira lo sabemos todos, pero a pesar de ello los gobernantes las utilizan como base y justificación de sus políticas, y sobre todo como si fueran beneficiosas para la sociedad. El capitalismo tiene en la competencia y la supuesta libertad del mercado su base ideológica para argumentar que es una doctrina económica, y justificar sus políticas económicas como las únicas eficaces para gestionar la actividad económica. La competencia nos la definen como el mecanismo que actuando en el mercado asigna eficazmente los recursos económicos, fija por medio de las reglas de la oferta y la demanda los precios de los bienes y servicios.
Sin embargo, la realidad se encarga de demostrar todo lo contrario. El Capitalismo funciona sin las reglas de la competencia, y tiende a funcionar en régimen de monopolio y de oligopolio, como lo demuestran las constantes y generalizadas sanciones a todas las empresas de todos los sectores económicos por actuaciones anticompetencia. El capitalismo funciona como una estructura de poder económico, donde la fuerza de la jerarquía económica determina la posición y actuación de cada uno.
El principio de la competencia es utilizado por los gobernantes y el capitalismo para justificar sus políticas económicas antisociales, situando los dogmas doctrinarios ideológicos del capitalismo por encima de las necesidades y derechos económicos de la sociedad. A pesar de que la realidad se encarga de demostrar todo lo contrario, que ni el mercado ni la competencia existen, y mucho menos que sirvan para fijar los precios y asignar eficazmente los recursos. La competencia es un artilugio ideológico que no existe en la realidad por ser contranatura: su puesta en práctica destruiría a quien lo realizara.
¿Libre Mercado?
El mayor ejemplo de las mentiras e hipocresía del capitalismo, fue la infinita ayuda recibida de los estados en la crisis global del año 2007, donde llegaron a establecer la suspensión temporal de los principios del capitalismo, competencia y mercado, para una vez recibidas las millonarias ayudas estatales volver a refundar el capitalismo. Situación que se observa de manera histórica en todas y cada una de las crisis económicas.
Un ejemplo evidente de creación de pobreza por el mercado y la competencia, son los millones de trabajadores despedidos para que las empresas sean más competitivas, los sueldos de miseria y la pérdida de derechos sociales económicos para que otra vez las empresas sean más competitivas. Cuando el objetivo real no es la supuesta competitividad sino acrecentar la injusta distribución de la riqueza.
La discusión de la ciencia económica sobre el capitalismo tiene que ocupar un lugar similar al que la ciencia y la razón han realizado sobre la religión y sus mentiras, evidenciar todas sus falsedades y manipulaciones. El capitalismo tiene los mismos fundamentos que la religión, la mentira pura y podrida, el cinismo y la hipocresía de sus propuestas que siempre tienen el efecto social contrario de lo que pretenden, el dogmatismo doctrinario y los actos de fe en unas ideas que son constantemente desmentidas por la realidad económica y social: las políticas de creación de empleo se transforman en fabricas de parados forzosos, los incentivos económicos en reducciones salariales, los derechos a la vivienda en desahucios permanentes, el derecho a la vida como personas en la negación de los mas mínimos recursos para vivir.
El capitalismo, al igual que la religión, a estas alturas es sólo un dogma de fe, una doctrina ideológica sin ningún apoyo en la ciencia económica y social, sin ningún dato estadístico ni real que lo sustente y donde la misma realidad desmiente uno a uno todos sus principios. Hoy en día, sólo creen en el capitalismo los que juegan con las cartas marcadas y disfrutan de todos sus privilegios acumulando cada vez más poder y riqueza: La clase política, la clase empresarial y la clase religiosa.