Los medios de comunicación masivos, en especial la televisión, no buscan informar, si no que establecer agendas según los intereses del poder. Punto. Nadie con dos dedos de frente puede desmentir esa afirmación, menos ante cualquier revisión que se realice a los medios «grandes» del país. Lo noticieros son, de manera cierta, la expresión más contudente de esto, donde la criminalización a los pobres ocupa más de la mitad de su duración, la opinión de los empresarios es largamente expuesta y el resto de los minutos son notas de publicidad pagadas por la tienda de retail de turno, minutos no menores considerando que en Chile las noticieros, o mejor dicho, cadenas de propaganda, duran absurdamente casi 2 horas.
Los programas de «debate» son otro caso digno de análisis, donde lo menos que existe es el debate, si no que sirven para sobreexponer y darle tribuna de manera eficiente a las posiciones más conservadores del país. El programa El Informante de TVN es un buen ejemplo de esta situación, donde bajo la premisa de la «pluraridad» se disfraza la más grosera defensa a la elite, donde personajes de ultraderecha son constantemente invitados y cuentan con todo el tiempo del mundo para defender las posturas de la minoría ultraderechista, al mismo tiempo que las versiones opuestas son censuradas y no tomadas en cuenta. (El Desconcierto ya escribió sobre este tema). En el programa emitido sobre el aborto, llamó la atención que se les dieran amplia tribuna a las posturas más conservadoras, mientras que en el otro lado no había ni una liberal, ni una feminista. sólo una DC. Todo manejado bajo la vergonzosa conducción del «periodista» Juan Manuel Astorga, un funcionario más del poder económico, incapaz de contra-preguntar o desmentir hasta la mentira más pusilánime.
La periodista María Olivia Monckeberg fue la más clara en apuntar de lleno en el problema: la brutal concentración de medios en unas pocas manos ligadas a la ultraderecha económica y política atenta directamente contra la democracia. La libertad de prensa en Chile no existe y el periodismo en nuestro país debe ser declarado muerto. Las pocas excepciones de prensa independiente y que defiendan los intereses de la mayoría, confinadas casi en su totalidad en internet, son demasiado pocas y no alcanzan ni por si acaso el mismo grado de difusión de la prensa burguesa. ¿La solución a esta situación? Gramsci hace 100 años ya la tenía clara: «El trabajador debe negarse a colaborar al sostenimiento del periódico burgués. Tiene que recordar siempre, siempre, siempre, que el periódico burgués (cualquiera que sea su matiz) es un instrumento de lucha impulsada por ideas e intereses contrarios a los suyos». De nosotros depende: exponer la naturaleza de los medios masivos y difundir los medios que consideremos que defienden los intereses del pueblo.