La vida personal de nuestros incorruptibles políticos y parlamentarios no debería ser tema alguno. Sean que estén solteros, casados, tengan amantes, sean homosexuales, tengan orgías de sexo salvaje de sumisión o que acostumbren bañarse en la orina de sus parejas. Todo debería dar lo mismo. Mientras no sean pillados recibiendo sobornos, no falten al Congreso y legislen para el beneficio de la clase trabajadora, su vida personal no debería tener importancia.
Pero cuando hablamos de la UDI o RN, claro que pasa a ser tema, ya que ellos mismos se arrogan una falsa superioridad moral a la hora de hacer y votar las leyes del país. Estamos hablando de tipos que se oponen al matrimonio y la adopción homosexual por considerarlo «inmoral», (algo que hacía Celso Morales) y se hacen llamar «Pro Vida» como si los que no estuvieran de acuerdo con su medieval opinión fueran «Pro Muerte». Mejor ejemplo aún es cuando se votó la Ley de Divorcio, la ultraderecha en pleno se opuso con argumentos llenos de fanatismo religioso. ¿Y qué fue lo primero que hicieron cuando se aprobó? Comenzaron a divorciarse en masa.
Por este motivo, por supuesto que es tema que un diputado de la UDI se mande a cambiar al extranjero con su asesora 25 años menor. Más aún cuando aún figura casado en la página web de su partido, más aún cuando cada vez que viaja lleva a su asesora/amante con él y pasa todo como gasto parlamentario, y más aún cuando es la propia señorita en cuestión la que se jacta de sus múltiples viajes al exterior en su cuenta de Instagram.