Por supuesto, la respuesta es obvia: Jamás fue un Pyme.
Recordemos que Juan Pablo Swett, es hijo del fallecido empresario agrícola Juan Pablo Swett y sobrino de Alfonso Swett Saavedra, quien es dueño de Forus, del holding Costanera y fue dirigente del Club UC. Es decir, nació en cuna de oro y toda su vida fue millonario. Que ahora venda la pomada de pyme y se disfrace de liberal apolítico, como señalamos en esta editorial, sólo corresponde a un intento más de la clase privilegiada para defender sus intereses. Por lo tanto Swett, el autodesignado representante de las pequeñas y medianas empresas, representante de los emprendedores, incluso vendido por los medios masivos como «el líder de la clase media», siempre fue un fraude. Sólo es un hijito de papá con muco tiempo libre, sin talento alguno, al punto de caer en la absurda estafa del Grupo Arcano y perder 1.580 millones de pesos. (Incluso era socio de ellos a través de la Asech)
Mención especial al hecho de que, teniendo 1.580 millones de pesos, Swett los invirtió en lo que claramente era una fraude, (bastan 2 dedos de frente para creer que alguien serio puede ofrecer de 2,5% de rentabilidad mensual). Una cifra de dinero que a la gran mayoría le sobraría para una vida entera. La pregunta es: ¿Por qué Swett quería aún más dinero? Porque esa es la mentalidad acaparadora de la elite, para ellos jamás es suficiente. Por eso es que resulta tan absurdo querer «debatir» las reformas con ellos, jamás aceptarán dejar de ganar aunque sea un sólo peso menos. Peor aún es la actitud sumisa de Giorgio Jackson en pedirles que «por favor» que no sean tan malitos y «acepten» las reformitas de Bachelet. La ambición y codicia sin límite es parte de los genes de la burguesía. Y como para que pocos tengan mucho, muchos deben tener poco, no cederán hasta convertirlos a todos en pobres. Algo que en Chile, hace tiempo ya lograron.