En entrevista para The Clinic, el seleccionado nacional Jean Beausejour Coliqueo, nuevamente dio muestras de su gran conciencia de clase, esta vez, hablando sobre sus orígenes, la desigualdad social, su postura política, la Constitución y el orgullo que representa para él tener sangre mapuche.
Ser mapuche es algo que viene conmigo desde que tengo uso de razón. No es algo que me haya pasado ahora con el despertar de la nueva generación mapuche. Mi familia siempre llevó con mucho orgullo el ser mapuche. Como una distinción. Yo siempre escuché que nosotros llevábamos siglos y siglos en esta tierra. Nunca fue un peso. En el colegio exigía que me dijeran los dos apellidos: Beausejour Coliqueo.
Es raro, porque lo que más aflora en mí es el haitiano, y yo, sin querer esconderlo –siempre digo que tengo la fortuna de pertenecer a dos pueblos muy revolucionarios, el haitiano, que fue la primera colonia en independizarse de Francia, y el mapuche, pueblo que nunca fue conquistado por ninguna colonia extranjera-, llevé más bien el orgullo de ser mapuche.
He tenido la suerte de que en mi casa siempre se comentó la contingencia. No nos hacían vivir en una isla. Tanto mi abuelo como mi abuela fueron opinantes. Eran muy críticos a la dictadura. Mi tío, que yo le digo “mi hermano Patricio”, ha desarrollado más esa parte, desde su lugar de profesor bilingüe mapuche-castellano.
Yo no soy de partidos. En política soy re parecido a lo que hago en la cancha. Juego por los mismos sectores en ambos escenarios: por la banda izquierda. Muy pocas veces traspaso el límite de la banda izquierda hacia fuera, porque no soy extremista. Me muevo entre la banda izquierda y un poco al centro, con matices. Y no recuerdo en mis años de futbolista haberme ido a jugar por la derecha.
Me importa la igualdad social, la educación, la salud, las cosas con que la gente tiene que lidiar todos los días. No sé nada de OCDE ni de tratados de libre comercio con la Comunidad Económica Europea, ni de IPC. No es que crea que no son relevantes, pero a mí me interesan, como dice don Joaco, “los problemas reales de la gente”. Yo vivo entre Vitacura y Estación Central. No es que a mí me comenten; yo paso semanalmente de un lugar al otro.
Mi familia sigue viviendo en Estación Central en el mismo block y departamento de siempre, sólo que mi abuelo ahora tiene sillones de cuero, un LCD, internet, atrás tiene una parrilla linda, pero nunca se han querido mover de ahí. Yo he terminado por encontrarles la razón. Uno quiere crecer con el entorno, no quiere alejarse. No es lógico emigrar a medida que te va mejor.
Yo llego al block donde vive mi familia desde un barrio que es el segundo o tercero con mejor calidad de vida, y me voy manejando un lindo auto. Por ahí deambulan jaurías de perros y muchachos que me piden dinero para amainar sus vicios. Eso lo vivo constantemente y ellos no me ven como algo diferente, sino como parte del entorno. Nunca he dejado de ir a mi población.
Uno tiende a justificar y dice “yo viví situaciones tanto o más difíciles que las de ellos, pero igual se sale”, aunque la verdad es que el medio ambiente sí marca el devenir de las personas. Para tener oportunidades no basta con programas sociales.
Hubo un diputado, creo que de la UDI, que graficó con su comentario, no sé si a él o a su sector, cuando dijo: “pastelero a tus pasteles”. Entonces yo me pregunté: ¿cómo alguien puede ser tan estrecho de mente que imagina que un futbolista, o cualquiera, sólo puede opinar sobre el ámbito en que se desenvuelve, y no pueda tener otros intereses? Eso reflejaba muy bien a un sector que no quiere ceder ni un milímetro del último chiche que les va quedando: la Constitución. Y con esto no quiero decir que la actual Constitución no tenga cosas buenas, porque nos ha regido hasta ahora y nos hemos entendido medianamente bien, pero me parece que la invalida el hecho de no haberla concebido en democracia. Su matriz no es válida. La Constitución en la que yo creo va a tener muchas cosas de esta Constitución, pero se va a validar porque habrá sido discutida en democracia. Entonces a nuestros hijos les podremos decir que en ella participó el mayor número de gente posible y no se dejó fuera a nadie.
Mi sueño frustrado fue ser profesor de Historia. Alcancé a estudiar kinesiología con beca durante un tiempo en la universidad, pero eso fue porque pensé que sería mejor estudiar algo vinculado al deporte. Fue en la Universidad de las Américas, que ya en ese tiempo era mala. Ahora estudiaría Historia, o Sociología, Ciencias Políticas o algo por ahí.