El ultraderechista senador de RN Alberto Espina, en su archiconocido populismo penal, justificó que dos personas hayan asesinado a otra por intentar robarles su auto, (y no es legítima defensa ya que una vez que recuperaron el vehículo lo siguieron por 2 kilómetros para matarlo a golpes), validando esta brutalidad con que era «el resultado de la impotencia por la impunidad».
Utilizando esta lógica, y considerando que Espina recibe sobornos del Grupo Angelini, ¿debemos matarlo a él mismo por ser un delincuente? Y es que legislar para defender los intereses empresariales recibiendo dinero de ellos también es un delito, y muchos de nosotros nos sentimos impotentes ya que es una acción que Espina realiza en la más completa impunidad. A no ser, por supuesto, que el honorable Senador se refiera de esta manera sólo para los delitos que comete la gente pobre y contra la «sagrada propiedad privada». Pero hasta que eso no lo transparente, la purga hacia su persona está más que justificada.