Como hemos dicho en innumerables ocasiones, la desesperación de la oligarquía a perder sus privilegios ante un pueblo que despierta, los hace inventar mútliples formas de defensa. En este contexto, «liberales» como Axel Kaiser que defienden la desigualdad social, son muy útiles para resguardar sus intereses. Y porque uno nunca es suficiente, les presentamos a su última creación: Henry Boys. (Si, en verdad alguien se llama así)
Henry Boys, con una pinta que a cualquier persona decente le dan ganas de golpear si lo ves caminando en el Paseo Ahumada, (algo que nunca pasará ya que estos weones si bajan de Escuela Militar se pierden), como no podía ser de otra forma, además de ser «liberal» y lame gónadas milicianas, se reconoce como fanático religioso, «pro vida», y odia a las mujeres. (Es el creador de los stickers anti-aborto para los autos). A continuación, una columna que escribió para el Diario Financiero.
Una mañana cualquiera, estaba tomando desayuno en una terraza “dominada” por seres humanos. De pronto, una peregrina paloma hizo su aparición. Si bien todos los comensales la vimos y sabíamos que aquella extranjera no debía merodear entre nuestra comida, la toleramos por considerarla inofensiva. “¿Qué puede hacer una simple paloma contra todos nosotros?”, pensamos, con aquel exceso de confianza que precede a las grandes debacles.
No bien dejamos de mirarla, llegaron tres palomas más, alentadas sin duda por el éxito impune de la primera invasora. Ahí ya nos comenzó a molestar y otro comensal se levantó de su mesa para espantarlas, logrando su cometido. No obstante, cuando había retornado a su puesto e izaba la servilleta para atarla a su cuello, aquellas indeseables regresaron.
Lo cierto es que habían volado cerca, sagaces, conscientes de que podrían volver a la carga apenas disminuyera el peligro. Así lo hicieron y llamaron a otras más. El procedimiento se repitió varias veces, hasta que sin darnos cuenta nos encontramos rodeados de palomas: habían conquistado nuestro territorio y ahora ellas eran la “nueva mayoría”. Sabiéndose vencedoras, ya no se atemorizaban con nuestros embates: les bastaba volar un par de metros para seguir picoteando las migajas de otros huéspedes que, resignados, preferían consentir su presencia y evitar una confrontación que a esas alturas consideraban inútil.
La solución vino un par de minutos después, cuando a alguien se le ocurrió rociarles agua helada con un aspersor. Al parecer, el contacto con el líquido les causaba una sensación tan horrible que escapaban y no volvían en un buen rato. La historia tuvo un final feliz y pudimos terminar nuestro desayuno en paz. A la distancia, no obstante, en la cornisa del edificio vecino, aquellas indeseables observaban pacientes la oportunidad para volver a disputar la “hegemonía” del lugar.
Como las palomas, la izquierda es portadora de un gran número de enfermedades -en este caso, sociales- y opera en política con similar estrategia. Su clave es la perseverancia, cooptando de a poco las instituciones hasta un punto en que resulta muy difícil plantarles oposición. Una vez en el poder, arrasan con todo. Sin embargo, un rocío de buenas ideas y sentido común consigue frustrar sus planes. Eso sí, hay que tener presente que volverán a intentarlo. El problema de fondo surge cuando hay que limpiar el desastre que han dejado tras su paso
1) Nótese que estos budín de weas, en la burbuja en la que viven, aún consideran que la Nueva Minoría es de «izquierda»
2) Ya ni siquiera se trata de que sean fachos o burgueses endogámicos. Como sociedad, no podemos permitir que vírgenes con suspensores anden escribiendo weás