El destacado linguista y analista político, Noam Chomsky, se refirió al recién electo presidente de Estados Unidos, Donald Trump, dándole un necesario marco teórico a un fenómeno que no es tan simple de explicar. A continuación un resumen de sus entrevistas recogidas por: Alternet, El Periódico, y Vanguardia.
Es la primera vez en la historia de los Estados Unidos en que ambos candidatos son extremadamente impopulares. Es un reflejo de la extrema impopularidad de todas las instituciones. Si miras al Congreso, por ejemplo, tienen un apoyo de tal vez el 10%, lo mismo casi con todas las instituciones incluyendo los bancos, las corporaciones. Hay un enfado generalizado por la forma en que la sociedad se mueve. Hay razones específicas para explicar porqué cada candidato es tan impopular, pero es también, en parte, un reflejo del declive general de las principales instituciones centristas a juicio del público en general, algo que está ocurriendo también en Europa.
Las personas se sienten aisladas, desamparadas y víctimas de fuerzas más poderosas, a las que no entienden ni pueden influenciar. Mi edad me permite comparar la situación actual en la campaña electoral de Estados Unidos con la década de 1930 durante la que Estados Unidos sufrió la llamada Gran Depresión económica. La pobreza y el sufrimiento entonces eran mucho mayores, sin embargo incluso entre los pobres y los desempleados existía una sensación de esperanza que hoy falta (…) La popularidad de Donald Trump se debe al miedo y es el resultado de una sociedad quebrada por el neoliberalismo.
Trump es una persona que ha llegado sin ningún tipo de pasado político ni de experiencia política. Un hombre de negocios que gana mucho dinero, que pierde mucho dinero. Es un hombre espectáculo, básicamente. Recuerda un poco a Ronald Reagan que, eso sí, era un poco más serio que Trump. Tampoco tenía mucha idea del mundo. Era un actor. La diferencia es que Reagan era un instrumento del Partido Republicano, y del ‘establishment’ y las grandes corporaciones y tradujo sus preocupaciones. En cambio Trump viene de ninguna parte, es odiado por el ‘establishment’.
Lo que ha pasado es que ambos partidos, Republicanos y Demócratas, pero sobre todo los Republicanos, se han ido tan a la derecha, han defendido tanto los intereses de las grandes empresas, que ya no consiguen atraer votos de la gente. El partido ya no es capaz de movilizar a grandes sectores de la población.
Hay una parte de la población blanca que está aterrorizada con la pérdida de la supremacía blanca en la sociedad estadounidense. En 10 o 15 años, la mayoría de la población ya no será blanca. Y EEUU es un país levantado sobre una idea extrema de supremacía blanca. Y perder esta posición dominante desde un punto de vista social y también económico es una conmoción. Además, los éxitos en la lucha por los derechos de las mujeres, o del colectivo homosexual, es visto por una parte de la sociedad como un ataque a su sistema de privilegios, a su sistema de valores, a los valores del sistema patriarcal…
Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos ha sido de lejos el primero entre desiguales y sigue siéndolo. Su poder, no obstante, ha disminuido desde que alcanzó una cota sin precedentes históricos en 1945. Con el inevitable declive, el poder de Washington queda hasta cierto punto compartido dentro del «Gobierno mundial de facto» de los «amos del universo», por usar los términos que utilizan los medios de comunicación para referirse a los poderes capitalistas dominantes (los países del G7) y las instituciones que estos controlan en la «nueva era imperial» tales como el Fondo Monetario Internacional y las organizaciones internacionales que reglan el comercio”.
“La gran mayoría de la población, en el extremo bajo de la escala de ingresos/riqueza, se halla, de hecho, excluida del sistema político, y sus opiniones y posturas son pasadas por alto por sus representantes formales, mientras que un pequeño sector en la cima posee una influencia arrolladora.
Globalización es una palabra extraña. Nadie se opone a ella en sí. Hoy estoy aquí hablando contigo, y eso es globalización. A lo que sí que hay oposición es a la globalización neoliberal, que es algo muy diferente. Lo que se denominan tratados de libre comercio, que son el núcleo de la llamada ‘globalización’, de hecho se oponen radicalmente al libre comercio. Son acuerdos altamente protectores para ciertas industrias y corporaciones o medios de comunicación. De hecho, gran parte de esos acuerdos tienen poco que ver con el comercio en un sentido serio. Se trata básicamente de acuerdos sobre los derechos de los inversores. En su mayoría, otorgan mecanismos que permiten a las corporaciones hacer cosas que la gente común no puede hacer y limitan la posibilidad de los gobiernos a implantar políticas que puedan tener un impacto en los beneficios futuros de esas corporaciones.
Esto no son cosas abstractas, esto pasa todo el tiempo. Los efectos de las llamadas ‘medidas globalizadoras’ están diseñados intencionalmente para poner a la clase trabajadora en competencia a nivel global, lo que acaba bajando los salarios. La globalización neoliberal está diseñada para asegurar que las élites están protegidas, pero no la clase trabajadora. Por supuesto, el capital puede moverse con libertad, pero no la gente.