Damos por sentado que todos estamos de acuerdo en que una persona privada de libertad, enferma y de avanzada edad, merece morir en su casa con su familia. El problema con los militares encerrados en Punta Peuco es que no son presos comunes, no recibieron las penas que correspondían, y no están para nada en las mismas condiciones que el resto de los presos en Chile. Partamos de la base que Punta Peuco es un hotel. Hagan las campañas de lavado de imagen que quieran, pero Punta Peuco es un hotel 5 estrellas comparado con el hacinamiento de las cárceles en Chile. Aún más importante, es que los «abuelitos» que están encarcelados ahí no están precisamente por robar una tele o hacer un portonazo, están encerrados por crímenes de lesa humanidad. Para ejemplos prácticos, vámonos a Alemania, un país que no tiene nada de «comunista, resentido o bananero», donde este año enjuiciaron a un ex enfermero nazi de 95 años.
El falso discurso de la venganza y el perdón unilateral
La campaña mediática que están realizando para que se liberen a estos militares asesinos, se basa en 2 premisas falsas. El discurso de que «no querer liberarlos es venganza» y que «ellos están arrepentidos de todo y están pidiendo perdón». Lo que ellos llaman venganza no es otra cosa que justicia. Como ya explicamos, ellos no son presos normales, están en un hotel y por crimenes de lesa humanidad. De hecho, liberarlos rompería varios tratados de Derecho Internacional. ¿Qué están enfermos? Que sean tratados en la cárcel como corresponde. Y si es algo más grave y urgente, que hagan como Lucía Hiriart que va al Hospital Militar cada vez que se le atraviesa un peo.
El discuso del perdón es aún más absurdo. Ellos pueden pedir el perdón que quieran, pero para que de verdad exista, la contraparte afectada tiene que perdonar. Esto no es un acto unilateral y no puedes obligar a nadie a perdonarte. Uno o dos personas tal vez lo hagan, pero muchos no lo harán y están en todo su derecho. Después de todo, estamos hablando de personas que hasta ahora no saben dónde están sus familiares, ya que estos «abuelitos enfermos» los hicieron desaparecer. Demás está decir que su perdón es completamente falso, ya que no están arrepentidos, y sólo lo hacen para obtener beneficios carcelarios para que los saquen de Punta Peuco.
Para finalizar, mención especial al sacerdote Fernando Montes MATTE, (resaltamos en mayúscula su segundo apellido porque explica muchas cosas), quien lleva semanas paseándose dando cuñas por todos los medios de comunciación masivos haciendo campaña para que liberen a los militares y torturadores asesinos de Punta Peuco. Primero que todo, el cura Montes tiene conocidos antecedentes fascistas. Segundo, porque habla de «piedad» siendo que en la toma de estudiantes de la Universidad Alberto Hurtado lo que menos tuvo fue piedad, y fue parte de la expulsión de los estudiantes involucrados. Además, resulta curioso que su preocupación sean los presos de Punta Peuco y no los reos en general, quienes sí se encuentran en condiciones deplorables e indignas, pero para Montes ellos no existen. Volvemos a repetir, que sea parte de la familia Matte no es casualidad.
En resumen, cualquier debate sobre las condiciones carcelarias y el «sufrimiento» de los presos de Punta Peuco, se debe hacer primero con las miserables condiciones en las que se encuentran los presos comunes. Y los militares asesinos y torturadores pueden hacer todos los shows que quieran, pero estos «abuelitos» están presos por crímenes de lesa humanidad, gracias a la Concertación recibieron penas bajísimas, y más encima no están en cárceles comunes. Por lo tanto, no merecen bajo ningún punto entregarles la libertad. No es venganza, es justicia. Venganza hubiera sido torturarlos, aplicarles corriente, asesinarlos y desaparecerlos. Cosas que ellos si hicieron, incluso con niños y mujeres embarazadas.