El semanario británico The Economist, a propósito del décimo aniversario desde su puesta en marcha, dedicó un extenso reportaje para analizar el fiasco del Transantiago, que recordemos: Es uno de los medios de transporte más caros del mundo, da un pésimo servicio, mienten con las cifras de evasión, y el Estado gasta un dineral en subsidiar a los operadores privados. Parte del artículo señala:
“Lanzado con mucha fanfarria, el esquema debía integrar líneas de autobús y metro y acelerar el tráfico. Los autobuses amarillos que lanzaban humo desaparecieron. Las tarjetas inteligentes reemplazaron el efectivo. Pero Transantiago está chisporroteado. La evasión de tarifas es desenfrenada, los viajes se están haciendo más lentos y el Estado ha gastado miles de millones de dólares para apoyar a los operadores de autobuses privados. Los pasajeros a veces esperan siglos en paraderos garabateadas con graffitis sin saber cuándo llegará el próximo autobús. El think tank Espacio Público cree que es la peor política pública de Chile desde que el país volvió a la democracia en 1990”
“Los planificadores pusieron algunos carriles de autobús directamente sobre las líneas de metro, por lo que las dos formas de transporte compiten en lugar de complementarse entre sí (…) cada vez más, los pasajeros están menos dispuestos a pagar. A pesar de las subvenciones, las tarifas han subido un 40% desde 2010, mucho más rápido que la mayoría de los precios. Los viajes en autobús han caído en un 8% desde 2012. Para algunos, el esquivar las tarifas es una forma de protesta (…). A veces los autobuses están tan llenos de gente que incluso los pasajeros honrados tienen problemas para llegar a la máquina donde se paga. Un sistema que no va hacia ninguna parte”
Junto con las AFP, el Transantiago debe ser unos de los mayores robos legalizados de la historia. Estamos botando miles de millones de pesos subsidiando un pésimo servicio, y más encima le echan la culpa a la gente con cifras falsas de evasión. El transporte PÚBLICO no puede ser PRIVADO.