Como muchos sabrán, la organización de fanáticos religiosos llamada «ONG CitizenGo», en el sadismo habitual que tienen estos enfermos, gastaron millones de pesos en comprar un bus al que le pusieron mensajes transfóbicos y en contra de la diversidad sexual. Todo con la intención de cagarle la vida a las personas que no son como ellos quieren que sean.
Por supuesto, el «ciudadanismo» ya se encuentra juntando firmas para evitar su circulación en Santiago y Valparaíso. El tema es que la enorme violencia del mensaje exhibido en el bus, en nuestra humilde opinión, tiene que ser respondido de la misma manera. Por lo tanto, tirarle piedras, romperle los vidros, echarle pintura, rayarlo, pincharles los neumáticos y quemarlo, al ser una respuesta a un hecho en si violento, no sería nada más que una gran muestra de decencia de nuestra parte.
Por cierto, permitir que este bus ande por las calles aduciendo la «libertad de expresión», como señaló el Gobierno de Michelle Bachelet, es una soberana estupidez. Ya que primero, no todas las personas pueden comprar un bus y ponerles mensajes. Segundo, ¿Si organizaciones anti-inmigrantes compran un bus y le ponen mensajes racistas también lo van a permitir? Esto no es libertad de expresión, es seguir pisoteando a las minorías.