Lo del Pastor Soto, Marcela Aranda, (la vieja loca del Bus de la Libertad) y demás fanáticos religiosos como José Antonio Kast, Max Pavez y Henry Boys, no son y nunca serán argumentos, son opiniones. Por lo tanto, en cualquier país serio no tendrían NADA que hacer exponiendo en un Tribunal Constitucional, que «se supone», tiene que revisar la legalidad constitucional de las leyes que aprueba el Congreso.
En el caso de la despenalización del aborto bajo 3 causales, que es lo que nos ocupa ahora, lo único que hace reponer derechos adquiridos en 1931 y que la Dictadura derogó semanas antes de dejar el poder. Aborto que recordemos, en sólo 9 países está prohibido y donde hasta en los países musulmanes tienen aborto terapéutico. No por nada Derechos Humanos y la ONU recomiendan a Chile su aprobación ya que estamos atrasados casi un siglo.
Pero como en Chile la política es un circo, la democracia un fraude y el Tribunal Constitucional no es más que una tropa de apitutados designados a dedo por los mismos partidos políticos. A payasos como el Pastor Soto y Marcela Aranda se les permite exponer sus opiniones, que no tienen ningún otro sustento que su propio fanatismo religioso, sólo porque comparten el mismo interés de la clase social que domina el país.
Esto último de manera hipócrita, ya que habría que ser demasiado inocente, o realmente estúpido, para pensar que las hijas de la burguesía no se embarazan y no se hacen abortos. Pasa que ellas lo pueden hacer discretamente en Clínicas Privadas sin temor a ser encarceladas o simplemente viajan al extranjero para su respectiva «apendicitis». Basta recordar que toda la derecha se opuso en bloque a la Ley de Divorcio, y curiosamente, una vez aprobada fueron los primeros en correr a divorciarse.