Una nota de El Mostrador denunció el suicidio de un estudiante de Enseñanza Media del colegio Lycèe Antoine de Saint-Exupèry, la Alianza Francesa de Vitacura, luego que lo descubrieran consumiendo marihuana en el baño y lo acusaran con Carabineros quienes llegaron hasta el establecimiento a detenerlo.
El sábado 2 de septiembre la parroquia El Bosque no dio abasto. Familiares y estudiantes del Lycèe Antoine de Saint-Exupèry –la Alianza Francesa de Vitacura– llenaron el espacio en el último homenaje a Gonzalo (su nombre ha sido cambiado), un alumno de Enseñanza Media que se suicidó el jueves anterior. El dolor de los compañeros, profesores y familia es obvio, sobre todo por una serie de preguntas que también instaló su partida: dos días antes de su muerte, encontraron a Gonzalo con marihuana en un baño del colegio. El establecimiento había estado semanas antes hablando sobre la tenencia de drogas y la aplicación de la Ley 20.000 –conocida como la Ley de Drogas– junto a Carabineros, la PDI y la comunidad educativa. Quizás por eso resultó más obvia la decisión: el colegio denunció al joven a Carabineros, que llegó a buscarlo al establecimiento.
Según comentan fuentes del colegio, el niño salió caminando acompañado de un inspector varios pasos más atrás que los policías, justamente para evitar un impacto mayor. Gonzalo fue llevado a la comisaría. Después fue pasado al Consejo de Disciplina del establecimiento –conformado por autoridades, apoderados y estudiantes–, donde se decidió una suspensión de 9 días. El primer día cumpliendo la sanción, Gonzalo se suicidó.
Colegios como cárceles
“El colegio no es y nunca debe ser una máquina de rendimiento o una institución total, por lo tanto, su rol nunca debe ser policial o carcelario”, señala el doctor en Educación de la Usach, Jaime Retamal. “Hay algo que se llama ‘tacto pedagógico’, en consecuencia, si no se obra con esa sutileza, se puede incluso poner en riesgo al mismo estudiante. El tacto pedagógico obliga primero a comprender y después a actuar. Jamás se deben criminalizar, judicializar o burocratizar –en primera instancia– las conductas que no son apropiadas de los estudiantes. Si así fuera, los educadores de ese colegio tendrían que revisar seriamente sus criterios y principios de acción educativa. No es correcto llamar a Carabineros antes de realizar todo un recorrido de y con sentido educativo»
“Los colegios de élite están al debe, muy al debe”, dice Jaime Retamal. “Si miramos los resultados en la dimensión ‘ambiente de respeto’ de los mejores colegios PSU de Chile, resultados que entrega la Agencia de Calidad, apenas superan los 70 puntos de 100. Estamos hablando de colegios que tienen todas las condiciones materiales y humanas para tener mejores resultados en estas variables más blandas y, sin embargo, apenas logran 70 puntos”, detalla. Retamal señala que, si los midiéramos con el mismo nivel de exigencia que sus pruebas académicas, donde la nota mínima de aprobación está, no en el 60% sino en el 70%, “apenas tienen un cuatrito en clima escolar, específicamente en su dimensión de ambiente de respeto. Los colegios de élite en Chile tienen el desafío de lograr climas escolares de alto estándar en bienestar educativo. No se va al colegio a sufrir o a solo rendir académicamente, se va al colegio a tener una experiencia escolar gratificante, donde el bienestar emocional y el placer por aprender van de la mano”, apunta el académico.
Esto es lo que pasa por transformar la educación en un negocio, les da lo mismo educar, sólo les interesa ganar plata. Ni hablar que los colegios cuicos no dan ni de lejos la buena educación que sugieren sus millonarias mensualidades. La única «gracia» que tienen es discriminar a los pobres, para que los ricos estudien sólo con los ricos por la red de contacto que esto genera. Por algo casi todos los gerentes del país han salido sólo de 5 colegios.