Junto con la masacre de la Escuela Santa María de Iquique, la matanza en la oficina salitrera La Coruña, en 1925, es uno de los crímenes más grandes contra los trabajadores chilenos. Donde por orden de Arturo Alessandri Palma el Ejército asesinó a más de 2000 obreros, entre ellos mujeres y niños. ¿Su delito? Querer reducir la jornada laboral a 8 horas y reemplazar las fichas de la pulpería por dinero. Artículos de Punto Final y El Mostrador recuerdan la trágica historia:
Uno de los mayores crímenes masivos de nuestra historia permanece todavía desconocido para la generalidad de los chilenos. Se trata de la matanza de La Coruña efectuada por el Ejército, a comienzos de junio de 1925, en oficinas salitreras cercanas a Antofagasta. Ella se efectuó durante el primer gobierno de Arturo Alessandri, una vez que volvió de su primer exilio y cuando -entre marzo y septiembre de ese año- rigió como virtual dictador, sin Congreso Nacional.
Dicha matanza se realizó en el contexto de una creciente represión a los sectores populares, que se habían “empoderado” con el colapso que estaba experimentando la república exclusivamente oligárquica que se había establecido en Chile luego de la guerra civil de 1891. Particularmente, se había producido un fuerte conflicto social en el Norte Grande, como producto de la resistencia patronal a que los trabajadores se organizaran en sindicatos -en conformidad a las nuevas leyes sindicales y laborales de 1924- y de una ola de huelgas obreras que azotaban la región. El Gobierno mandó al Ejército que efectuó una represión inmisericorde con cañones y ametralladoras, siendo la más bombardeada la Oficina La Coruña.
Según Carlos Charlín (Del avión rojo a la República Socialista), “las matanzas de obreros en La Coruña, Alto San Antonio, Felisa y otros lugares de esa pampa de la desgracia son páginas que horripilarían a un escritor de novelas de terror. Se hizo derroche sanguinario de lo que denominaban ‘medidas de escarmiento para rotos alzados’. En La Coruña no quedó hombre ni mujer ni niño con vida. Se les diezmó con granadas de artillería disparadas a menos de trescientos metros y, pese a las banderas de rendición, no se tomaron prisioneros”. Además, de acuerdo a Gonzalo Vial (Historia de Chile; Tomo III), luego de los bombardeos vino “una severísima represión, que dio origen a un término siniestro…, el ´palomeo’, dispararle a un trabajador lejano, cuya cotona blanca y salto convulsivo -cuando alcanzado por el tiro- le daban el aspecto de una paloma en vuelo”. Y Carlos Vicuña Fuentes (La Tiranía en Chile) señaló que “los tenientes y capitanes, por saña y placer, fusilaron a mansalva hombres, mujeres y niños, en grupos, al montón, y después aisladamente a todo aquel a quien los pulperos señalaban como subversivo o rezongón. No dieron cuartel, no recogieron heridos, no perdonaron la vida a nadie, el que huía por las calicheras era alcanzado por las balas. A muchos infelices los hacían cavar sus propias fosas y los fusilaban enseguida, sin piedad alguna”.
¿Cuántas personas fueron asesinadas? Nunca se sabrá, porque el gobierno y la “Justicia” convalidaron la horrenda masacre y no efectuaron ninguna investigación. Peter DeShazo (Urban Workers and Labor Unions in Chile 1902-1927) señala que “los diplomáticos británicos estimaron que entre 600 a 800 trabajadores fueron muertos en la masacre, mientras que el Ejército no sufrió bajas”. Gonzalo Vial dice que “la prensa popular habló de 2.000”. ¿Cuántas personas fueron asesinadas? Nunca se sabrá, porque el gobierno y la “Justicia” convalidaron la horrenda masacre y no efectuaron ninguna investigación. Peter DeShazo (Urban Workers and Labor Unions in Chile 1902-1927) señala que “los diplomáticos británicos estimaron que entre 600 a 800 trabajadores fueron muertos en la masacre, mientras que el Ejército no sufrió bajas”. Gonzalo Vial dice que “la prensa popular habló de 2.000”.
El Mercurio cómplice, nuevamente
Asimismo, toda la prensa del establishment justificó la masacre. El Mercurio la explicó como “producto de la necia agitación comunista provocada en esa región hace pocos días”; y agregó incluso que “recién terminada la estéril y dolorosa jornada (…) un numeroso grupo de obreros se acercó al general don Florentino de la Guarda (…) posiblemente muchos de ellos compañeros de los mismos que cayeron bajo las balas de los que defendían la propiedad y el orden” y “le agradecieron (sic) al general De la Guarda su actuación en la jornada”. La Revista Católica (ultraconservadora) consideraba como el origen último de la masacre “la criminal propaganda comunista, que agentes rusos y peruanos hacían entre el elemento obrero de las salitreras de Pisagua”; y que “como en Chile no hay ningún pretexto, como hay en otras partes, para levantar bandera contra la propiedad y el capital, pues hay abundancia de trabajo bien retribuido, y todos gozamos de amplias libertades, los agitadores son doblemente criminales”
Los militares chilenos, por amplio margen los mayores traidores de la historia