La defensa de Ricardo Palma Salamanca, el miembro del FPMR que ajustició a Jaime Guzmán, tiene toda la razón: Después del Plebiscito del 88 los organismos represivos de la Dictadura Cívico-Militar continuaron funcionando hasta finales de los 90, para ejemplos está que Pinochet siguió como Comandante en Jefe del Ejército hasta 1998. Por lo tanto, tiene todo el sentido del mundo decir que el ajusticiamiento de Jaime Guzmán se realizó en un contexto de resistencia frente a una Dictadura camuflada. Y esto es clave para entender el caso, Jaime Guzmán, como integrante e ideológico de la Dictadura, es un criminal que está a la misma altura de Augusto Pinochet, Manuel Contreras y Miguel Krassnoff. Un artículo de Memoria Viva nos recuerda quién fue de verdad Jaime Guzmán:
Jaime Guzmán fue de los primeros civiles en ponerse a disposición de los militares. No ejerció cargo de autoridad en el gobierno, pero operó en las sombras; al principio, como principal asesor y consejero de la Junta Militar y de Pinochet -a quien incluso le escribía sus discursos- y, tiempo después, como miembro de la Comisión de Estudios de la Nueva Constitución y luego de la Comisión de Estudios de Leyes Orgánicas Constitucionales, que dieron sustento jurídico al régimen.
Sólo días después del golpe de Estado, en una de sus primeras minutas a la Junta, Guzmán marcaba la pauta de la brutalidad con que actuaron los servicios de seguridad: “El éxito de la Junta está directamente ligado a su dureza y energía, que el país espera y aplaude. Todo complejo o vacilación a este propósito será nefasto. El país sabe que afronta una dictadura y lo acepta… Transformar la dictadura en dicta-blanda sería un error de consecuencias imprevisibles”.
El fundador del gremialismo y miembro de Patria y Libertad (entre 1970 y 1972), tenía en mente desde los inicios del régimen la creación del movimiento que en 1983 se convirtió en la UDI, un partido a la medida del régimen. De hecho él mismo lo definió como “un nuevo movimiento cívico-militar que respalde a la Junta y dé prolongación fecunda y duradera a su gestión”, cuando propuso su creación, en otro memorando a la Junta fechado en octubre de 1973. Tiempo después, en 1978, los gremialistas se declararon abiertamente pinochetistas.
Fue así que el gremialismo -y UDI después- se levantó como el principal grupo de poder de la dictadura. La historia se encarga de confirmarlo. Los nueve senadores de la UDI en ejercicio fueron funcionarios de Pinochet y la mayoría de sus diputados fueron alcaldes designados o directivos de la Secretaría Nacional de la Juventud. Todos los presidentes que la UDI ha tenido fueron también funcionarios del régimen: Julio Dittborn fue director de Pro Chile, director de la Refinería de Con Con y subdirector de Odeplan, Jovino Novoa fue subsecretario de Gobierno y Pablo Longueira fue asesor del ministerio de Vivienda y Urbanismo.
La Derecha no puede cambiar la historia: Jaime Guzmán fue un criminal de la Dictadura a la misma altura que Pinochet, el Mamo Contreras y Miguel Krassnoff. No asesinó a nadie con sus manos, pero fue el cerebro que hizo posible una Dictadura que cometió un genocidio y los peores vejámenes imaginables en contra de los pobres para favorecer a los ricos. La «izquierda» y el progresismo chileno no pueden darles credenciales democráticas a un tipo que no las tiene.