Como si hubiese estado escrito para exponer la hipocresía del discurso de «condenar la violencia venga de donde venga», el mismo día que el poder completo salió a condenar las patadas que recibió el presidente del Tribunal Constitucional Iván Aróstica, (un fascista antidemocrático que ha convertido el TC en una Tercera Cámara al servicio de la ultraderecha y los grandes empresarios que pasa por encima del Congreso), un grupo de mujeres que marcharon contra los femicidios en Concepción, fueron golpeadas por un piscópata INCEL seguidor de José Antonio Kast. ¿Las condenas del poder sobre esta acción mucho más grave? Brillaron por su ausencia.
El poder siempre ha condenado la violencia sólo cuando es en contra de sus intereses. Un mismo hecho, siendo incluso las agresiones a mujeres muchos más graves, generan reacciones completamente opuestas. Ni hablar de la constante violencia estructural del sistema económico y social capitalista que conspira de manera sistemática en contra de la Clase Trabajadora. De esa ni siquiera hablan, ya que hacerlo significará hablar de quiénes la producen y ellos son directamente responsables. El pacifismo y el discurso de la «no violencia» siempre viene de la comodidad y el privilegio de quienes jamás la han vivido, la hipocresía es que siempre condenan solamente la que es en contra de ellos.