La ultraderecha promueve abiertamente el odio a las mujeres por una gran razón: Reforzar y mantener las jerarquías sociales para defender el histórico dominio de los hombres. Por eso están en contra del Movimiento Feminista ya que empodera a las mujeres, por eso no las dejan decidir sobre su cuerpo, por eso las consideran persona de segunda categoría, como si fueran incubadoras sin derechos cuya existencia sólo se valida cuando traen hijos al mundo. Un artículo de Pikara Magazine explica el trasfondo político de la misoginia:
En el famoso cómic Bitch Planet, todas aquellas mujeres consideradas ‘no conformes’ con los roles y expectativas patriarcales son enviadas a una colonia penal extraplanetaria, exiliadas y castigadas por no aceptar el lugar que les corresponde en la sociedad. Pero imaginemos un mundo donde los viajes interplanetarios no son todavía posibles o donde los intentos de colonización de otros planetas han fracasado. En este mundo, la obediencia de les ‘no conformes’ se consigue a través del uso de un artefacto que ha demostrado sobrada eficacia a la hora de controlar y contener el comportamiento canino: el collar de choque.
El collar de choque es un dispositivo que busca modificar la conducta a través de la transmisión de impulsos eléctricos al cuello de las perras, graduados a través de un mando a distancia. El adiestramiento se lleva a cabo a través de refuerzo negativo y positivo. El refuerzo negativo se usa para reducir la frecuencia de un comportamiento no deseado, como que la perra se escape, se exprese de forma descontrolada, muestre agresividad o tire de la correa en el día a día. El refuerzo positivo consiste en una estimulación placentera continua con el fin de sostener en el tiempo un comportamiento deseado, como la docilidad y la obediencia. Según la filósofa Kate Manne, este es el mundo en el que vivimos ahora. Un mundo de perras silenciadas por el collar de choque de la misoginia.
La misoginia, según la define Manne, no se trata de un fenómeno psicológico consistente en el odio o el desprecio hacia las mujeres, sino de un método para reforzar, monitorizar y mantener jerarquías sociales. Es decir, se trata de un “sistema que opera dentro de un orden social patriarcal para vigilar y hacer cumplir la subordinación de las mujeres y defender el dominio masculino”. Ello se consigue controlando, vigilando, castigando y exiliando a las mujeres ‘malas’ que desafían el orden patriarcal, recompensando a las ‘buenas’ y señalando a otras para que sirvan de advertencia a las que se salen del guión.
Así, la misoginia no está en la cabeza. No tiene que ver con lo que piensan o sienten los hombres, sino con el collar de choque al que se enfrentan las mujeres en un mundo de hombres en un contexto histórico patriarcal. Esto es crucial ya que el combate no puede estar ingenuamente dirigido a cambiar las actitudes de los hombres sino que lo que hay que cambiar es el equilibrio de poder. Así, entendida como estructura política, la lógica de la misoginia encuentra resonancia en múltiples fenómenos de la actualidad.
- Todo el enfoque político de la misoginia también se aplica a la constante persecución de la ultraderecha a la comunidad LGBT. En el fondo no lo hacen para «mantener los valores cristianos», (un chiste considerando que literalmente las iglesias son redes de pedofilia), lo hacen para mantener las jerarquías sociales ya establecidas.
- Cuando decimos que las mujeres son la única esperanza contra el fascismo es precisamente por esto: Las mujeres tienen claro que de imponerse la ultraderecha ellas serán las primeras en perder derechos y libertades.