Nuevo día, nuevo montaje de Carabineros que sale a la luz donde demuestran ser una organización criminal que representa un peligro para la sociedad. En esta oportunidad, dos funcionarios balearon a una persona mientras estaban borrachos carreteando en pleno toque de queda, intentaron esconder el hecho haciéndolo pasar como un asalto, y de manera escandalosa, la investigación de Carabineros validó esta versión sin cuestionar nada. Un artículo de Ciper Chile detalla:
El 19 de abril el cabo Jorge Ulloa le disparó en la cabeza a Yefri Figueroa. El policía dijo que el joven intentó asaltarlo y la SIP de su propia unidad lo investigó, sin cuestionar la versión. Una querella de la familia de la víctima activó a la PDI: testigos y escuchas telefónicas demostraron que la historia era falsa. El carabinero junto a un colega y dos mujeres estuvo bebiendo en medio del toque de queda en el Cerro Blanco, donde pelearon con un grupo de jóvenes peruanos. El herido sobrevivió, pero solo tiene movilidad parcial. Dos carabineros están en prisión preventiva y otros dos con arresto domiciliario nocturno.
“Le dispararon al Yefri en la cabeza, le disparó un carabinero de civil, estamos en el Hospital San José”. Eran pasadas las 02:00 del domingo 19 de abril cuando el ciudadano peruano Moisés Figueroa recibió esa llamada urgente que le informó que su hijo estaba herido y hospitalizado. Desesperado se levantó junto a su mujer y ambos corrieron a la calle en busca de un taxi. Les costó encontrar transporte a esa hora en la Villa Chacón Zamora, de La Florida. Pasadas las 04:00 lograron llegar al hospital y el pronóstico era sombrío. Varias horas antes, Yefri Figueroa -20 años, nacido en Trujillo, Perú, y con visa de residencia en Chile desde 2016-, estaba junto a tres de sus primos celebrando la llegada de uno de ellos al país. El grupo había saltado las rejas que por las noches impiden el acceso al Cerro Blanco, en Recoleta, y solo habían subido unos cuantos metros cuando se detuvieron a compartir una caja de vino. En eso estuvieron más de tres horas.
Más arriba, en la cima del cerro, justo al lado de una copa de agua, había otra fiesta. Allí estaban el cabo primero de la 6ta comisaría de Recoleta, Jorge Ulloa (27 años), junto al carabinero de la subcomisaría de Recoleta Sur, Paulo Del Campo (26). Los acompañaban dos mujeres civiles y desde los parlantes del auto Ford Sport gris en el que se movilizaban se escuchaba reggaetón. En vasos plásticos, los cuatro bebían whisky con tónica o energética. Ellos no habían tenido que saltar ninguna reja, su ingreso había sido autorizado por los guardias del cerro. Hasta antes de las 02:00 del domingo 19 ambos grupos no se habían topado. Los únicos que sabían de su presencia eran los guardias, los que estaban habituados a que jóvenes saltaran las rejas para compartir un trago durante las noches y también a que los carabineros de Recoleta ingresaran en autos particulares con el mismo fin.
“No seas huevón, guarda eso”. Se lo dijo el cabo Ulloa al carabinero Paulo Del Campo, que lucía la pistola apuntando al cielo. Luego se la pasó a las mujeres que lo acompañaban. Su compañero lo llamó al orden: se la quitó de las manos, le sacó el cargador y se la devolvió. Fue antes de que a las 01:45 se les acabara el whisky y los carabineros junto a sus acompañantes decidieran bajar. El cabo Ulloa ingresaba a su turno en la comisaría de Recoleta en pocas horas. Quienes también habían decidido salir del cerro eran Yefri y sus primos. Pasada la 01:30 tres guardias los apuntaron con linternas y les dijeron por megáfono que debían hacer abandono del lugar. Así que comenzaron a bajar. Cuando iban llegando al portón ubicado en la calle Santos Dumont vieron un vehículo gris detenido. Era el auto de los carabineros, que había pinchado un neumático mientras descendían.
No hay razones muy claras de por qué empezó la pelea. Los primos de Yefri declararon a la justicia que mientras salían del cerro fueron insultados por los carabineros de civil: “Sale de aquí, peruano conchetumadre”, le habría dicho uno de los uniformados a Yefri, a lo que este respondió “¿Qué te pasa, por qué nos levantas la madre?”, según la versión de Fernando Argomedo, uno de los primos del joven. Y todo partió como una pelea entre borrachos. Todas las versiones contenidas en el expediente judicial, al que CIPER tuvo acceso, coinciden en que independiente de los motivos, al principio fue una pelea a patadas y puñetazos. Todas las versiones coinciden también en que el primero que incorporó un arma a la riña fue el carabinero Paulo Del Campo.
Lo que dijo Abraham Sánchez, primo de la víctima: “Saca un arma tipo pistola desde su cintura y apunta hacia Yefri y sin decir nada, le dispara”. El testimonio de la amiga de los uniformados: “Es en ese momento que Jorge saca su pistola, y solo escucho un disparo”. La versión del guardia del cerro: “Opté por cuidar mi integridad y me acerqué a cerrar la reja de acceso peatonal y en ese instante, estando de espalda a la pelea, sentí un disparo, al mirar hacia el lugar observé que el grupo de peruanos corrió hacia Recoleta y que uno de los sujetos se encontraba tendido en el suelo, y el carabinero haciendo unos llamados telefónicos desconozco a quién, pero mantenía en sus manos la pistola”. El cabo Jorge Ulloa sostenía en una mano la pistola y en la otra el celular. El aviso que dio a sus colegas carabineros fue que lo habían intentado asaltar. En el piso, de rodillas, con la cabeza colgando y sus manos apoyadas en el suelo, estaba Yefri Figueroa. El charco de sangre no paraba de crecer.
EL MONTAJE
Un robo con intimidación. Esa fue la versión inmediata que dio el cabo Jorge Ulloa a todos los carabineros que llegaron a la esquina de Recoleta con Santos Dumont a las 02:00 de la madrugada del 19 de abril. No se contradijo y se mantuvo firme: había estado compartiendo unos tragos en el departamento de una amiga que vive cerca del lugar y cuando se dirigía caminando a la comisaría donde pasa las noches, un grupo de jóvenes peruanos lo había intentado asaltar. “Uno lo toma del cuello y los otros dos lo amenazan con un palo y un cuchillo, pero él camina hacia atrás y se logra soltar, extrae su arma e inmediatamente efectúa un disparo, sin recordar dónde ni a quién”, relataron en sus declaraciones judiciales distintos policías.
Mientras el cabo Ulloa contaba su historia a los carabineros que llegaron al lugar, aún con la pistola en la mano y un evidente hálito alcohólico, su compañero de juerga, Paulo Del Campo, ya estaba lejos del Cerro Blanco. Se había coordinado con Ulloa para sacar de ahí a las mujeres que los acompañaban. A bordo del Ford Sport gris enfiló por Santos Dumont en contra del tránsito, hacia el oriente. En la esquina de Santos Dumont con Recoleta se topó con el radiopatrullas 5097, conducido por el cabo primero Rodrigo Penela, de la Tenencia El Salto, que había escuchado la alerta emanada desde la Central de Comunicaciones de Carabineros. Era el primer uniformado en llegar. Penela declaró que cuando se cruzaron, Del Campo le dijo “está todo tranquilo”. Quien acompañaba a Penela, el carabinero Bastián Cuevas, declaró algo distinto. En su versión, cuando se cruzaron con Del Campo, este les dijo “un poco más atrás, por Santos Dumont, están asaltando a una persona”. Fue la primera contradicción de los carabineros.
El auto conducido por Paulo Del Campo iba a toda velocidad por Recoleta. Una de sus acompañantes declaró que en ese momento tuvo miedo: “Le dije que se tranquilizara ya que pensaba que íbamos a chocar, donde Paulo solo se limitaba a decir ‘la cagó, la media caga del Jorge’, Paulo iba conduciendo como en shock ya que no le importaba nada. Yo temía que alguien se cruzara y lo atropelláramos”. Más adelante, Paulo Del Campo diría en su comisaría que nunca estuvo allí. En su versión, a esa hora estaba visitando a una tía en Maipú. Fueron varios los carabineros involucrados en la mentira.
La investigación judicial que asumió la Fiscalía Centro Norte se inició por la denuncia de robo con intimidación presentada por el cabo Ulloa. Hasta ese momento no había grietas en el registro oficial de lo que había sucedido. La tarde del mismo 19 de abril en tribunales se realizó la audiencia de control de detención de Yefri Figueroa por robo con intimidación. Su “detención” se declaró legal y se amplió por tres días, debido a que estaba hospitalizado. Desde ese momento el joven estuvo custodiado por personal de Gendarmería. El 22 de abril se decretó su libertad, ya que “el imputado se encuentra en coma inducido en el hospital”.
La investigación de Carabineros no cuestionó la versión del cabo Ulloa. A las 08:30 del mismo 19 de abril, personal de la Sección de Investigación Policial de Carabineros (SIP) de la misma 6° Comisaría de Recoleta a la que pertenecía Ulloa, llegó a la entrada del Cerro Blanco a levantar evidencias. El suboficial Alberto Muñoz hizo fotografías, incluyendo la vainilla 9 milímetros que seguía en el suelo y la luma que se usó en la pelea. El carabinero Felipe Troncoso buscó cámaras de seguridad que pudieran tener registros de lo ocurrido, pero declaró que, por ser domingo, todos los locales comerciales que tenían cámaras estaban cerrados, por lo que no se obtuvieron imágenes.
Los testimonios de los guardias, que a la larga serían la clave para establecer lo que realmente había ocurrido, se consiguieron porque la familia y su abogado, Nicolás Pavez, fueron a hablar con ellos y allí se enteraron que habían presenciado todo. El 22 de abril la indagatoria comenzó a girar. La familia de Yefri presentó una querella contra quienes resultaran responsables, donde se relataban los hechos según el testimonio de los primos del joven. Su abogado solicitó diligencias, entre ellas tomar declaración a los guardias del cerro. Los testimonios comenzaron a entregarse la segunda semana de mayo y desde un inicio los guardias contaron todo lo que habían visto. Algunos carabineros también le dijeron a los efectivos de la Brigada Investigadora de Robos Centro Norte de la PDI, quienes asumieron las diligencias, que lo ocurrido esa noche había sido “extraño”, y que el cabo Ulloa era de la misma comisaría que había estado a cargo del procedimiento en el Cerro Blanco.
A Ulloa le realizaron un sumario exprés y el mismo 19 de abril Carabineros decidió darlo de baja por “mala conducta”: transitar de civil en horario de toque de queda, ebrio y haber hecho uso de su arma en la vía pública. Pero hasta ese momento en la institución no lo investigaban por homicidio frustrado ni por obstrucción a la investigación, que son los cargos por los que finalmente fue formalizado. Entre junio y julio los teléfonos celulares del ex cabo Jorge Ulloa y del carabinero Paulo Del Campo estuvieron intervenidos por orden judicial. Sus conversaciones le permitieron a la Fiscalía entender la magnitud del montaje. En una conversación fechada el 9 de junio, el carabinero Del Campo conversó con el cabo primero Rodrigo Penela (a cargo del primer radiopatrullas que llegó al cerro luego de que Jorge Ulloa disparara). En esa llamada quedó en evidencia que Penela sabía de la mentira, y que era cómplice:
– Penela: Oye ¿has ido a declarar a la Fiscalía tú o no?
– Del Campo: Yo si fui el otro día, no me hicieron todas las consultas, pero yo le dije que fui a donde mi tía no mas po, mi versión, el weón me intentó sacar mentiras por verdad todo el rato y no me caí en ningún rato, no me caí en nada, y mi versión porque yo fui donde mi tía ese día, de tal hora a tal hora, y el weón por lo que me estaba webiando es por el toque de queda, pero no tienen nada, no tienen videos, no tienen patente, no tienen nada, no tienen nada , nada, nada. Solamente me dijo usted sabe porque viene acá, yo le dije .. tendrá que ser por los rumores que hay porque hay hartos rumores, pero eso nada más.
– Penela: Sí, a mí me llamó el que andaba conmigo, que estaba citado para el 15 para esclarecer unos hechos.
– Del Campo: Yaaaaaaa.
– Penela: No cacho qué onda, yo le deje todo claro al weón po.
– Del Campo: Oiga y ¿a su colega igual lo llamaron?
– Penela: Si po, pero los dos estamos claros en lo que tenemos que decir.
La conversación terminó cuando el cabo Penela manifestó un deseo: “La idea es que no caguemos, po weón”.
Pero ya era tarde. El carabinero Del Campo también fue dado de baja y la Fiscalía lo tenía cercado. En una audiencia que se desarrolló el pasado viernes 9 de octubre el ex cabo Jorge Ulloa fue formalizado por homicidio frustrado y obstrucción a la justicia, y Del Campo fue formalizado por los mismos cargos, pero en calidad de encubridor. Ambos quedaron en prisión preventiva. Mientras que el cabo Penela y el cabo segundo Roberto López, también de la 6ta comisaría de Recoleta y que la madrugada del 19 de abril estuvo a cargo del procedimiento, quedaron con arresto domiciliario nocturno, acusados de obstrucción a la justicia.
Según la formalización efectuada por la Fiscalía el viernes pasado, durante la madrugada del 19 de abril el cabo López, a cargo del procedimiento, no consideró lo que le dijeron los primos de Yefri, ni tampoco los empadronó (tomar los datos para luego interrogarlos), lo mismo hizo con los guardias del cerro, quienes se encontraban allí. A estos últimos «incluso les indicó que no dejaran constancia en el libro de novedades de lo sucedido», señala la minuta de la Fiscalía utilizada durante la formalización. Ese documento agrega que el carabinero cuando dio cuenta al Ministerio Público de lo sucedido «negó expresamente la existencia de testigos en el lugar, a pesar de que le constaba lo contrario, desobedeciendo incluso una orden de un superior jerárquico que le dispuso informar todos los detalles a la Fiscalía, cuestión que no hizo».
El abogado de la familia de Yefri, Nicolás Pavez, consultado por CIPER sobre algo que ya parece habitual, que Carabineros no adopte los procedimientos correspondientes en delitos que involucran a personal de sus propias filas, señaló que «esto refleja la absoluta convicción con la que actúa hoy en día Carabineros de Chile. No estoy seguro que todo el mundo sea consciente de la gravedad de vivir en un país donde ya no podemos confiar en nuestras policías. Sentir que mañana me puede detener un carabinero, y que eso produzca miedo, no seguridad. Creo que eso es de una dimensión y gravedad que como sociedad no hemos dimensionado». Contra los pronósticos médicos iniciales, Yefri Figueroa sobrevivió y hace pocas semanas fue dado de alta. Actualmente está postrado en su casa. Tiene movilidad parcial de brazos y piernas, pero no logra sentarse. Hace poco comenzó a hablar. Los médicos aún evalúan las secuelas que arrastrará durante toda su vida.