La política de “guerra contra las drogas” que adoptó Chile fracasó de manera rotunda tal como ya lo hizo en EE.UU, Colombia y México, donde no sólo ha aumentado el uso de drogas, más encima ha potenciado como nunca antes al narcotráfico. Y es que el tema es bastante simple: Las drogas son un problema de salud pública, no de criminalidad. Quienes lo entendieron perfectamente fueron los políticos de Portugal, que se convirtieron en un referente mundial en la regulación de las drogas. Artículos de New York Times, El País, Actualidad RT y Vice detallan:
Hace décadas, Estados Unidos y Portugal enfrentaron muchos problemas con las drogas ilegales y ambos países tomaron medidas decisivas, pero en direcciones diametralmente opuestas. Estados Unidos emprendió una fuerte campaña para combatirlas y gastó miles de millones de dólares para encarcelar a los usuarios de drogas. En contraste, Portugal decidió aplicar un experimento monumental: despenalizó el uso de drogas en 2001, incluso de heroína y cocaína, y lanzó una importante campaña pública de salud para acabar con la adicción. Desde entonces, en Portugal se trata la adicción a las drogas como un reto médico más que como un problema del sistema de justicia. Después de más de 15 años, es evidente cuál enfoque ha funcionado mejor. La política de Estados Unidos fracasó espectacularmente: el año pasado murieron por sobredosis unos 64.000 estadounidenses, casi el mismo número de bajas sufridas en conjunto en las guerras de Vietnam, Afganistán e Irak
Primer Paso: La Despenalización
Desde que Portugal despenalizó el consumo de drogas en 2001, se ha convertido en un referente mundial en la lucha contra la problemática. Su estrategia ha sido considerada un éxito y son múltiples las variables que lo han configurado como un modelo a seguir. Desde el cambio de patrón que supuso tratar la problemática como una cuestión de salud pública en vez de como un asunto de criminalidad, los datos han sido la mejor prueba de que funciona, como muestra que haya perdurado a pesar de la alternancia entre gobiernos progresistas y conservadores en el país.
A finales de los 80, uno de cada 100 portugueses estaba luchando contra la adicción a la heroína, no había una familia que no tuviera uno o varios adictos. El problema era mayor en el sur del país. La tasa de infección por VIH se convirtió en la mayor de la Unión Europea. João Goulão es el director general del Servicio de Intervención en los Comportamientos Adictivos y las Dependencias (SICAD) del Ministerio de Salud. También coordina el Plan Nacional para los problemas de la Droga. Junto a Álvaro Pereira abrió el primer Centro de Atención a Toxicodependientes (CAT) del sur de Portugal en 1988 y menos de una década después, en 1997, fue invitado a participar en el diseño y dirección de una estrategia nacional. Entre las recomendaciones recogidas, presentadas en 1999, se encontraba la despenalización total del consumo de sustancias ilícitas. Es considerado el arquitecto de la política de drogas de Portugal y su mejor embajador.
Problema de Salud Pública, no de Criminalidad
«La despenalización significa que el uso de drogas ya no es un delito, aunque todavía está prohibido». El enfoque portugués sobre los estupefacientes se ha considerado un modelo de buenas prácticas porque reconocen su consumo como «un problema de salud» y la dependencia como «un trastorno de salud multifactorial», que debe ser tratado y «no castigado». En el año 2000 se promulgó la Ley 30/2000, de 29 de noviembre, que entraría en vigor al año siguiente. Aunque ya se habían producido ciertos avances en años anteriores, la ley de despenalización, como es conocida, supuso un punto de inflexión. Fue el segundo país europeo –tras España– que dejó de considerar el consumo de sustancias ilícitas como un delito.
Adictos, no Delincuentes
Las personas adictas dejaron de ser considerados delincuentes y el uso y tenencia dejó de ser un delito, que llevaba aparejado penas de cárcel, para constituir una falta administrativa, con otro tipo de sanciones menos gravosas (multas, apercibimientos, voluntariado, etc.) enfocadas a la reducción de daños y a la reinserción social de la persona consumidora. Portugal inició así un camino en el que se cambió la prisión por la terapia. El Doctor Goulão define esta normativa como «una ley humanista y pragmática». Nos explica que esta legislación introduce coherencia en un conjunto de políticas y medidas que caracterizan al ‘modelo portugués’ en el enfoque de conductas y dependencias adictivas, favoreciendo las intervenciones desarrolladas por las áreas de salud y sociales. Establece que el consumo, adquisición y posesión para el consumo personal ya no es un delito (siempre que el monto no exceda del necesario para el uso individual de diez días recogido en una tabla en la propia legislación).
Estas faltas administrativas son sancionadas a través de las Comisiones de Disuasión de la Drogadicción (CDT) creadas específicamente por la Ley 30/2000. Estas comisiones, dentro del Ministerio de Salud y apoyadas administrativamente por el SICAD, tienen como su principal objetivo dirigir a cada usuario de drogas hacia la respuesta más adecuada, de acuerdo con sus circunstancias personales. Ahora, quienes son sorprendidos con una cantidad para consumo personal en lugar de ser arrestados, recibirán un aviso, una multa o la obligación de comparecer ante una comisión compuesta por un médico, un abogado y un trabajador social para trabajar sobre su tratamiento, la reducción de daños y los servicios de apoyo que se encuentran a su disposición. Todo ello de manera absolutamente individualizada, atendiendo a todas las circunstancias de la persona.
Descenso de VIH, sobredosis y delincuencia
Desde la entrada en vigor de la nueva ley, la problemática generada por los opiáceos se estabilizó. Descendió el uso problemático de las drogas, las tasas de infección de VIH y hepatitis, las muertes relacionadas con sobredosis, los delitos relacionados con estas sustancias y las tasas de encarcelamiento relacionadas con las mismas. Si el año 2000 supuso un récord en las tasas de infección de VIH con 104,2 nuevos casos por cada millón de habitantes, la drástica reducción ha llevado a que en 2015 solo se contabilicen 4,2 casos por millón. El Doctor Goulão nos hace un resumen de lo que supuso la despenalización, que consiguió callar con datos a sus detractores:
- Han disminuido los usuarios recientes entre la población general
- Aumenta la edad de iniciación en la que los ciudadanos comienzan el consumo.
- Ha disminuido el número de usuarios problemáticos.
- Ha aumentado la demanda de tratamiento, también entre los usuarios de cannabis.
- Se ha producido una reducción en la prevalencia del uso de drogas inyectables.
- Disminución de la prevalencia de enfermedades infecciosas, como VIH y hepatitis.
- Menor carga de delincuentes por sustancias ilícitas en el sistema de justicia penal.
- Reducción de la pequeña delincuencia adquisitiva relacionada con el consumo de drogas.
- Aumento de la eficiencia de las autoridades policiales y aduaneras en el tráfico masivo.
- Disminución del estigma del usuario de drogas debido a una mayor apertura y tolerancia de los ciudadanos en relación con los usuarios y sus problemas.
- En relación con las sobredosis, Portugal cuenta con la tasa de incidencia más baja de Europa (52 en 2010, 40 en 2015, 27 en 2016).
El uso de sustancias ilícitas en Portugal es estable, pero el número de ciudadanos con problemas relacionados con las drogas claramente ha disminuido, nos sigue contando el director del SICAD. De hecho, cuando entró en vigor la ley de despenalización, «estábamos en la cima» del consumo y los conflictos relacionados, a diferencia de otros países donde esos problemas y respuestas comenzaron mucho antes que en Portugal. Con las políticas enfocadas a la reducción de daños, en Portugal el consumo de sustancias prohibidas por la población adulta ha disminuido en la última década. El cannabis sigue siendo la más utilizada seguida del MDMA y la cocaína. Su uso es más común entre los adultos de 15 a 34 años. Sin embargo, el empleo de drogas distintas del cannabis es bajo incluso en esa franja de edad.
Los pilares de la política portuguesa
Una de los principales bases de la política portuguesa es considerar que no existen drogas blandas o duras. El problema no está tanto en la sustancia consumida, como en la relación que el usuario tiene con la misma. Es decir, existen relaciones saludables y no saludables con las drogas. El efecto que una de ellas causa varía de una persona a otra y depende del estado psicológico y la predisposición genética de cada uno. Otro de los pilares sobre los que se ha desarrollado la estrategia portuguesa ha sido que la relación no saludable de una persona con las drogas esconde problemas personales y dificultades en la relación con familiares, con amigos, con el entorno y con uno mismo. Además, el auge y éxito de las políticas de reducción de daños ha supuesto la asunción de que la total erradicación de toda droga es un objetivo imposible.
El Plan Nacional para la reducción de Comportamientos Adictivos y Dependencias aborda el uso de drogas ilícitas, nuevas sustancias psicoactivas, alcohol, medicamentos recetados, dopaje y juegos de azar. En la actualidad también es coordinado por João Goulão. El modelo de tratamiento desarrollado en Portugal en los servicios públicos del Ministerio de Salud siempre ha abordado la naturaleza compleja de las conductas y dependencias adictivas, haciendo que la atención global esté disponible de manera integrada para los usuarios que las buscan. El Doctor Goulão considera que el principal hito es la asunción de este principio y su realización. En Portugal existen un conjunto de medios que permiten identificar quién necesita tratamiento y cuál es «el más apropiado para cada paciente», ya sea a través de atención primaria de salud, atención especializada o psicoterapias, entre otros.
Modelo a seguir
Cuando Portugal decidió despenalizar las drogas muchos escépticos se convencieron de que el número de usuarios se dispararía. Nada más lejos de la realidad. Salvo algunas excepciones, entre las que habría que contemplar un débil aumento del consumo entre adolescentes, el consumo de drogas ha bajado muchísimo durante los últimos 15 años. Y a día de hoy sigue menguando a la misma velocidad que la tendencia europea. La conclusión es que los alarmismos fallaron. El consumo no se disparó ni las mafias camparon por las calles; la proporción de adictos a las drogas es similar a la de entonces y el consumo aumenta o disminuye más por influencia de la crisis económica que por leyes o mafias; pero se ha mejorado mucho en la política de prevención y tratamiento.
Más consecuencias gloriosas: el índice de infecciones por VIH ha caído en picado desde 2001, el año en que la ley entró en vigor. Desde entonces se ha pasado de los 1.016 casos registrados aquel año, a los 56 de 2012. Igualmente, las muertes por sobredosis han disminuido en un 80 por ciento desde 2001, lo que las ha situado en las solo 16 registradas en todo el país en 2012. Una cifra que, si se la compara con las de Estados Unidos, da una buena medida de cual es el sistema que funciona. Y de cual no. Solo en 2014, 14.000 estadounidenses fallecieron como consecuencia de sobredosis autoinfligidas con medicamentos recetados, en su mayoría derivados opiáceos. El índice de muertes relacionadas con las drogas de Portugal es de tres personas por cada millón de habitantes, una cifra cinco veces más baja que el promedio de toda Europa.
Más Barato, Menos Presos
A día de hoy la policía portuguesa no detiene a nadie que lleve consigo una cantidad de droga inferior a la dosis contemplada para 10 días de consumo personal — un gramo de heroína, de MDMA, o de anfetamina; dos gramos de cocaína, o 25 gramos de cannabis. En lugar de ello, aquellos que son interceptados con cantidades consideradas de uso personal son citados ante los llamados «comités de disuasión», creados por psicólogos, abogados y profesionales sociales. La mayoría de los casos se quedan en nada más que en una advertencia, mientras que a aquellos individuos que hayan comparecido demasiadas veces ante el comité, se les sugiere que arranquen un tratamiento.
Los recursos que solían usarse para perseguir o encarcelar a personas adictas a las drogas, ahora están disponibles para proveer programas de tratamiento. Este tipo de políticas han mejorado las enfermedades relacionadas a la drogadicción, tales como la mortalidad en sobredosis y las enfermedades de infección por jeringas contaminadas. El éxito mostró que es un acercamiento mucho más eficaz, tanto para los propios consumidores como para el resto de la sociedad, que demonizar las drogas y meter en la cárcel a adictos y traficantes, que llegaron a representar casi la mitad de la población penitenciaria.
La guerra contra las drogas fracasó
Desde que Portugal dio el giro en sus políticas el consenso ha mantenido la ley y ningún Gobierno desde hace 20 años, ni de derechas ni de izquierdas, ha tenido la tentación de revertirla. Pero según cuenta Queiroz, sí que se han visto recortes de fondos, como en la época de la crisis, que dan al traste con todos estos esfuerzos. “No es necesario cambiar la legislación, basta con dejar de invertir para que el sistema deje de funcionar como debiera”, relata. Pone el ejemplo de España, que con una legislación similar en todo el país tiene comunidades que son incluso “mucho más avanzadas que Portugal”, como el País Vasco y Cataluña. Y otras donde apenas hay atención a los drogodependientes. “Todo depende de la voluntad política”, resalta Queiroz.
En la 26ª Conferencia de Reducción de daños, que se ha celebrado en Oporto, ha habido tiempo para repasar casos de éxito como el portugués, pero también para subrayar los enormes retos que hay por delante. Más allá de llevar estas políticas a los países donde no las tienen, algunas voces apostaban por seguir avanzando hacia una regulación más progresista en materia de estupefacientes. Lo dijo la alta comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, quien afirmó que la “guerra contra las drogas ha fracasado”, ya que el consumo en lugar de disminuir crece. Entre 2000 y 2015 ha habido un aumento del 60% en las muertes relacionadas con las drogas: 450.000 fallecimientos en 2015, según la Organización Mundial de la Salud.
Más contundente se muestra Michel Kazatchkine, de la Comisión Global para Política de Drogas: “Necesitamos descriminalizar a los consumidores, pero no solo esto. En muchos países se cree que poniéndoles multas van a solucionar el problema, pero lo normal es que no puedan pagarlas, lo que les lleva al sistema criminal y a la encarcelación. La demanda de drogas existe y seguirá existiendo y si no se encuentra de forma legal, será en el mercado ilegal, con todas sus malas consecuencias: adulteración, mafias, epidemias de VIH, hepatitis, corrupción, violencia e inseguridad”. El comisionado se muestra a favor de legalizar los estupefacientes, como se está haciendo en algunos países con el cannabis, pero también con los duros. “Los gobiernos deberían apostar por un uso seguro de estas sustancias. Hay que enfrentarse al mundo tal como es, y uno libre de drogas no existe”.