Los grandes empresarios chilenos, en su mediocridad y miseria de no querer ceder ni un centímetro de sus privilegios, no están tomando en cuenta un punto clave: Si quieren que su capitalismo siga funcionando necesita tener cierta legitimidad.
¿Cómo le explican a la gente que mientras 2,3 millones de personas de la Clase Media pasaron a ser pobres durante la pandemia mientras que los grandes empresarios aumentaron sus fortunas en un 73%? Basta un mínimo se sentido común para entender el peligro que representa semejante Desigualdad Social.
Sin ir más lejos, no es casualidad que los países desarrollados les estén aumentando los impuestos a los más ricos, y hasta múltiples grandes empresarios del mundo estén pidiendo abiertamente que les cobren más impuestos. Al respecto, en columnas para CHV noticias y CNN Chile, el periodista Daniel Matamala señaló:
Por un lado, la familia Luksic ha aumentado su riqueza en 12.500 millones de dólares en este año de pandemia. Por otro lado, 12 mil millones es el total que hemos determinado que el Estado puede gastar durante todo este año para realizar ayudas sociales como techo a los chilenos. Es un contraste brutal que ningún pacto social puede aguantar. Y lo tiene claro, entre otros, el Fondo Monetario Internacional (FMI), que me imagino no será sospechoso de querer derribar el capitalismo ni nada por el estilo.
El FMI, ante esta contraste que también se repite en otros países, ha propuesto que se implemente un impuesto especial sobre las ganancias de empresas y personas que tuvieron retornos inusualmente altos durante el 2020 para poder financiar a los golpeados por la pandemia. Hasta el FMI entiende que el capitalismo para sobrevivir necesita tener una legitimidad que se ve erosionada con este contraste brutal que estamos viviendo durante la pandemia. El FMI ya lo entiende y la pregunta es: ¿cuándo lo entenderán quiénes toman las decisiones en nuestro país?
Nuestro país necesita dinero. Al endeudamiento público por las medidas de ayuda por el COVID-19, se suman a las demandas del estallido social y por un Estado más benefactor o socialdemócrata, por ocupar el término de moda en estos días. Habrá que gastar en mejorar las pensiones, en entregar atención dignas de salud, por nombrar solo dos urgencias. La pregunta que nos haremos en el programa de hoy, es quién pagará esa cuenta y cómo. Hoy tenemos una mala respuesta. La cuenta la pagamos principalmente con el IVA, un impuesto que castiga a los más pobres, con el cual recaudamos el 41% de nuestros impuestos, el doble que en el promedio de la OCDE. Subir todavía más ese impuesto que agrava al pan o a la leche para financiar mejores pensiones, agravarían ese problema.
En cambio, estamos muy por debajo de la OCDE en impuestos personales a los más ricos. Campean las extensiones, los beneficios, los privilegios y altas tasas de elusión y evasión. Según el cálculo del ex director de Impuestos Internos, el incumplimiento tributario nos cuesta una vez y media el presupuesto de educación, y este se centra fundamentalmente en rentas del capital. Cerrar esos agujeros, perseguir la evasión y repensar los tributos son pasos lógicos para que las cuentas las paguen principalmente aquellos que más tienen.