Digámoslo fuerte y claro, Pamela Jiles representa un peligro para la democracia. Es una populista de manual sin ideología, (por lo que se subirá a cualquier moda fascista como la pena de muerte que rechazaba hace 7 meses), infantiliza a sus votantes con un vergonzoso tono paternalista, tiene un narcisismo digno de psiquiatra, y su único objetivo político es acumular poder para ella misma y apitutar a todos sus familiares en el Estado. Lo otro, tal como Donald Trump al que imita a niveles absurdos, ella jamás ha sido del pueblo, (y por algo a cada rato vota con la Derecha), que tenga la patudez de hablar de “mi pueblo” es una falta de respeto para alguien que nació en cuna de oro y jamás ha pasado hambre.
Las últimas encuestas, aún con sus evidentes sesgos e intereses, entregaron dos datos claves que sirven para explicar por qué alguien como Pamela Jiles tiene tanta evaluación positiva, (que no es lo mismo que intención de voto). Sus votantes son una masa desideologizada sin acceso a educación, donde su segunda opción de voto es Joaquín Lavín y su tercera opción de voto es Evelyn Matthei. El tema de fondo, más allá exponer la farsa de Pamela Jiles, se trata de entender por qué estas personas simpatizan con una payasa populista sin propuestas, y a partir de eso ofrecerles una alternativa atractiva dentro del marco democrático.
Pamela Jiles, tal como Donald Trump o Jair Bolsonaro, es un síntoma de la crisis del sistema de representación que está afectando a todo el mundo, donde la democracia abandonó por completo al pueblo, y el pueblo enojado y sin nada que perder comenzó por votar por los candidatos «outsiders» antisistema y populistas. El problema es que estos tipos no sólo no han sido solución alguna, profundizan aún más los problemas, la gente pobre termina aún más pobre, y siempre terminan hundiendo los países completos. ¿La única diferencia que tiene Jiles con Trump y Bolsonaro? Hasta ahora no cuenta con el respaldo ni de los grandes partidos políticos ni de los grandes empresarios.
Por eso es tan importante que los partidos de la centro izquierda le hagan a un cerco sanitario a Pamela Jiles, porque por si sola no tiene opción alguna de ser presidenta. Puede que en su estupidez algunos medios de derecha la estén levantando pensando en hundir a la centro izquierda, (algo jocoso considerando que está bastante claro que es de Derecha), pero tampoco son tan suicidas para seguir apoyándola sabiendo su candidatura sólo genera incertidumbre. El otro dato clave que nos permite ver un panorama más amplio lo entregó la misma CEP que la encumbra como una de las mejores evaluadas, (que repetimos, no es lo mismo que intención de voto), donde muestran que Chile es un país completamente moderado. La gente no quiere convertir el país en la Unión Soviética o acabar con los malls, la gente lo único que quiere es vivir con dignidad y no tener que andar juntando los pesos para llegar a fin de mes.
La clase política tiene que entender que no va a poder seguir gobernando como lo hicieron durante los últimos 30 años, negando derechos básicos y sólo defendiendo los intereses de los grandes empresarios. Y estos por cierto, tienen que comprender que si quieren una sociedad viable van a tener que comenzar a redistribuir su riqueza partiendo por pagar más impuestos. Si queremos tener una democracia sana, lo primero que tiene que hacer la clase política es mejorar de manera inmediata la calidad de vida de los chilenos. Alza del sueldo mínimo, mejorar las pensiones, reducir la jornada laboral a 40 horas. Después vendrán reformas más estructurales, pero estas cosas son un piso mínimo para que la gente vuelva a creer en la política. Porque si no lo hacen, la gente apoyará a cualquier payaso populista con un discurso antipolítica que aparezca.