Cualquier persona que haya seguido de cerca los ascensos de Donald Trump, Jair Bolsonaro y Nayib Bukele, puede identificar a la perfección que Pamela Jiles los está imitando abiertamente. La retórica, las mentiras, la demagogia, el culto a la personalidad, la invención de enemigos, la infantilización de sus votantes, su desprecio a la Democracia. Pamela Jiles no está inventando nada nuevo, está imitando la misma estrategia con la que todos los fascistas llegaron al poder. Un artículo de La Nación de Argentina señala:
Objeto de variados análisis, explicaciones sociales y tanteos para medir su verdadero alcance, Chile hoy convive con un fenómeno político que se consolida en las encuestas, pero que también despierta profundos resquemores. No hay claroscuros sobre lo que se dice de Pamela Jiles, periodista, escritora y política de 60 años. Sus detractores la comparan con la versión más irrespetuosa de Donald Trump y en una populista de manual, mientras sus seguidores le atribuyen carácter y agudeza para gestionar la aprobación de los retiros de fondos de pensiones, polémico paliativo ante la crisis económica.
“No soy de izquierda ni de derecha, no soy hombre ni soy mujer”, ha dicho Jiles en una de sus tantas intervenciones, casi siempre polémicas, surrealistas, y que han venido de la mano de su floreciente popularidad. Si la elección presidencial fuera este domingo, la “Abuela” -como se autodenomina desde que era una activa panelista de programas de farándula de televisión- lideraría la votación. Esa definición, en todo caso, está programada para el 21 de noviembre.
Proveniente de una familia acaudalada y nieta de Elena Caffarena, una de las figuras más importantes del feminismo en Chile, Jiles inició su carrera en diversos medios periodísticos opositores al dictador Augusto Pinochet. Fue militante del Partido Comunista y, según reveló, perteneció al Frente Patriótico Manuel Rodríguez, una organización guerrillera chilena que combatió con las armas al gobierno militar. En la década de los 90 trabajó en Televisión Nacional de Chile y se convirtió en uno de los rostros del programa de investigación “Informe especial”. Sin embargo, y tras 14 años en el canal, fue despedida en 2003 cuando la estación pública era dirigida por Pablo Piñera, hermano del actual presidente Sebastián Piñera.
En ese entonces, su carrera dio un vuelco y Jiles se reinventó en una de las figuras más célebres de los programas de farándula. Participó en el programa “Sálvese quien pueda” -un remedo de “Intrusos en el espectáculo”-, como comentarista de escándalos mediáticos y construyó un personaje que se sustentó en la acción cotidiana de la crítica descarnada. Posteriormente, entró en la arena política e ingresó al Parlamento bajo el alero del Partido Humanista, un conglomerado de izquierda que integró el Frente Amplio y del que se separó tras el estallido de octubre de 2019.
“Pamela Jiles emerge como alguien que desafía a los políticos tradicionales, a través de una crítica ácida y que no tiene miedo a comentar aspectos personales. Además, durante 30 años se intentó infantilizar a la ciudadanía en el debate público, en el sentido que es una masa ignorante, que no sabe de política, de economía y que no puede participar, y el discurso de Pamela Jiles precisamente toca esa fibra y convoca a ese electorado desplazado”, dijo a LA NACION Raúl Elgueta, doctor en ciencia política de la Universidad de Santiago.
“Hoy, no existe en Chile un mecanismo político para descarrilar candidaturas populistas. Ni la derecha ni la izquierda tienen una respuesta a Jiles. Mientras que la derecha se siente ajena a su auge, y no la considera una amenaza a sus propias prospectivas electorales, la izquierda y centroizquierda simplemente no saben qué hacer”, analizó el cientista político Kenneth Bunker.
Con todo, la evolución electoral de Jiles es uno de los factores que tiene desconcertado al establishment político chileno que vio cómo un personaje considerado menor y pintoresco, tomó fuerza hasta convertirse en la precandidata presidencial con mayor intención de voto, en medio de un escenario de alta fragmentación y donde ya asoman más de 15 postulantes. Justamente, en la última encuesta Plaza Pública Cadem, correspondiente a la cuarta semana de abril, la periodista lideró la carrera presidencial con un apoyo de un 18%, seguida por el comunista Daniel Jadue, con 11%, y del candidato de la centroderecha, Joaquín Lavín, con 10%. “Puede ser que Jiles finalmente se desinfle tan rápido como ascendió. Pero por ahora, es una amenaza real. Es una amenaza a la política tradicional y a la ya debilitada democracia”, advirtió Bunker.