Todos hemos visto en las redes sociales cuentas que tras el estallido social se convirtieron en luchadores sociales virtuales las 24 horas del día. No hablamos de personas que llevan toda una vida defendiendo los intereses del pueblo, hablamos de convertirse en una parodia. Gente que ve todo blanco y negro sin matices, que tildan de “fachos” a todos los que no piensan como ellos, y que de manera no irónica quieren hacer la revolución francesa desde sus sillas gamers.
El fenómeno de los “octubristas” podríamos definirlo en que se trata de gente que encontró validación con el estallido social, que las protestas le dieron sentido a sus vidas, y que construyeron una nueva personalidad basadas en el 18 de octubre. Gente que simplemente no puede volver atrás porque sería como dejar de existir. Son los que siguen diciendo que el acuerdo para una Nueva Constitución “salvó a Piñera” cuando lo que hizo fue frenar una masacre, son los que siguen protestando todos los viernes en Plaza Dignidad de manera religiosa como si fuera una misa.
El caso del Pelao Vade es emblemático porque es el octubrista supremo. Hablamos de un tipo de INVENTÓ UN CÁNCER para levantarse como héroe de las protestas, al punto que salió elegido como constituyente. Por suerte hacer de tu vida una farsa no es sostenible en el tiempo, y como dice el dicho: “Puedes engañar a todo el mundo algún tiempo, puedes engañar a algunos todo el tiempo, pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo.
Como personas de izquierda, tal vez deberíamos hacernos una autocritca por levantar como héroes a gente con tantos defectos como nosotros que sólo querían validarse a ellos mismos. El éxito del estallido social, (acabar con la constitución de Pinochet es un logro histórico), fue precisamente porque se trató de un movimiento orgánico sin líderes identificables. Menos héroes personalistas y más proyectos colectivos, tal vez esa sea la mayor moraleja de todo esto.