Nadie en su sano juicio puede decir que partidos políticos son perfectos, aún pueden mejorar mucho más su transparencia y perfeccionar la selección de sus propios militantes, ya que aún está lleno de gente que no es ningún aporte. Pero al menos sabemos que funcionan dentro de un marco democrático establecido, y por lo mismo pueden ser ampliamente fiscalizados. En cambio con los independientes ni siquiera sabemos lo que piensan.
En Perú hicieron el experimento de tener una Democracia sin partidos y llevan 20 años en crisis, donde tienen políticos que cambian de bando en cada elección según sus posibilidades de salir electos, y cambian de opinión a cada rato por un par de votos. Un nazi es tan “independiente” como una activista mediambiental que lleva toda una vida luchando por el agua. Creer que la “independencia” es una virtud no sólo soberana estupidez, al final promueve la despolitización de la sociedad ya que terminas votando por “personajes”, no por proyectos colectivos.
Por esto es que el fetiche por los “independientes” vendiéndolos como sinónimos de virtud siempre fue tan absurdo como peligroso. Que hubieran tipos sin ninguna carrera política promoviéndose como incorruptibles y “los únicos representantes del pueblo” no tenía sentido alguno. Y ojo que hasta los propios partidos izquierda cayeron en este ridículo al querer que ingresaran al Congreso por la ventana con leyes especiales.
Al final, de amenazar con destruir el sistema de partidos la Lista del Pueblo terminó validándos como nunca antes. La gran moraleja que nos dejan es desconfiar de los puristas que ven todo blanco y negro. Los que más se llenan boca con la moral SIEMPRE terminan siendo los peores de todos. Ahora que esquivaron esta bala, es el turno de los partidos en dar un paso al frente para profundizar la Democracia. Con responsabilidad, transparencia y sin populismos