Cuando una persona no es capaz de quedarse callado y sale con alguna brutalidad cada vez que habla, sólo hay dos alternativas: O es tonto o es mala persona. Daniel Jadue sigue pensando que es el líder de Apruebo Dignidad cuando la realidad le pasó por encima. Y no estamos hablando sólo de Gabriel Boric, estamos hablando también de Camila Vallejo y Karol Cariola, que pasaron a convertirse en las figuras políticas más importantes del Partico Comunista.
Una persona inteligente en el lugar de Jadue aceptaría que su tiempo ya pasó, dejaría de aceptar entrevistas donde le hacen pisar todos los palitos y pasaría a segunda línea para concentrarse en ser un buen alcalde. Pero el pobre tipo no es capaz de aceptarlo, y todas las semanas sigue lanzando cuñas que son un festín para la extrema derecha haciendo todo lo posible por boicotear el gobierno de Gabriel Boric.
Un buen político es identificable porque sabe leer la contingencia. Sabe cuando cuando hay que atacar, cuando tiene que replegarse, sabe comunicar, utiliza las palabras precisas en el momento adecuado y siempre piensa en lo colectivo por sobre sus intereses individuales. Jadue no sabe hacer nada de eso, sólo sabe tirar pachotadas y constantemente tiene la pulsión de “andar poniendo el pico sobre la mesa”.
La contraparte a Jadue es Guillermo Teillier, que a sus 78 años de edad lee la política mejor que cualquiera. No por nada levantó un partido que estaba muerto y en 15 años lo convirtió en una fuerza política que llegó al gobierno. Teillier sabe perfectamente que Boric es el presidente y que tiene que cuadrarse detrás de él sin objeciones. Porque si a Boric le va bien, Camila Vallejo queda en posición privilegiada para ser la próxima presidenta del país. Eso se llama estrategia, algo que Jadue es incapaz de entender.
El futuro de la política es femenino, quedó demostrado cuando vemos que fueron las mujeres las que sacaron presidente a Boric. Y Jadue, al igual que la Derecha chilena, representan un viejo mundo que ya quedó atrás. Lo mejor que puede hacer Jadue es asumir su destino y conformarse con ser una figura política de segunda línea. Mientras más se demore en aceptarlo, más se convertirá en un yunque para toda la Izquierda nacional.