Artículo escrito por el abogado Marcelo Prado Salazar
Carey es quizá el más famoso y exitoso de los estudios jurídicos del país. Influyente tanto en lo jurídico, pero también en lo económico y lo político. Con ese nivel de prestigio uno debería suponer que los criterios que utilizan para determinar las carreras dentro del estudio son de carácter estrictamente técnico, profesional y meritocrático. Sin embargo, el despido de una de las abogadas de Carey ha develado que, como en tantas ocasiones, los ascensos, remuneraciones y carreras no están determinadas por criterios objetivos, sino sesgadas por relaciones personales, clasismo y en último término, por sesgo de género.
Nuestro país es un país tremendamente segmentado, con discriminaciones brutales, pero uno al menos pensaba que en medios tecnificados y altamente exigentes profesionalmente, este sesgo fuese menor. Nada más lejos de la realidad. En los primeros días de septiembre la destacada abogada María José Martabit fue despedida del señalado estudio debido a que preguntó por los requisitos para postular a ser socia de Carey y manifestar su voluntad de postular. Su despido dio lugar a una demanda laboral en que la abogada denuncia que fue desvinculada con violación a sus derechos fundamentales a la no discriminación, libertad de trabajo y libertad de expresión.
Para dimensionar de lo que estamos hablando, cabe indicar que de los 41 socios del Estudio Carey sólo 5 son mujeres, a pesar de que, del total de los trabajadores, la mitad corresponde a abogadas. Sumado a que el proceso para postular a ser aceptado como socio tiene elementos oscuros y arbitrarios. Lo único que sabemos del proceso es lo que dijo el socio fundador Jorge Carey a la prensa al señalar: “En Carey y Cía., un abogado puede solicitar ser incorporado como socio cuando cumple aproximadamente 36 años. Si la solicitud se rechaza, ello no supone que deba dejar el estudio. Para que tal petición se acepte, se requiere del voto del 75% de los socios, en votación secreta. No hay límite al número de socios (Revista del Abogado, publicación del Colegio de Abogados de Chile, N°47, Año 13, noviembre de 2009, pág. 34.)”.
El 16 de mayo de 2021, se eligió a 3 socios nuevos, de 4 candidatos, la única no elegida fue precisamente una mujer. Debido a ello, se optó por realizar una nueva elección para salvar la imagen del estudio. A este proceso fue al que quiso postular la abogada Martabit, reuniéndose con personalidades del bufete quienes le indicaron que no debía postular porque no contaba con los apoyos necesarios y dañaría la imagen del estudio si se rechazaba su nombramiento. Sin embargo, la Sra. Matabit consideraba necesario postular, independiente de si era o no aceptada dado que ello transparentaría el proceso. Finalmente, su postulación no fue aceptada y fue despedida.
El despido de María José Martabit ocurre el 13 de septiembre, tan solo 19 días después de haber preguntado sobre la posibilidad de estar en la papeleta de votación. Se le comunicó el despido de la siguiente forma: “como tú planteaste este tema en “términos bastante perentorios” creemos que es importante avanzar y queremos dejar hasta aquí nuestra relación laboral, creo que con todo lo que ha pasado con el proceso que pasamos, y sobre todo la actitud sobre perentoriedad que nos comentaste se hace inviable seguir construyendo juntos en este camino. Ya la oficina no te está dando la expectativa que tu tenías y es bueno llegar hasta acá y te ofrecemos una salida de mutuo acuerdo; se hace inviable que sigas trabajando con nosotros y liderando el grupo.”
Como se ve, el motivo del despido es haber tenido la osadía de pedir postular y solicitar que se le indicara con transparencia los requisitos y procedimiento para hacer efectiva la postulación. Pero no conforme con ello, se le ofreció un finiquito menor a otros casos análogos, se le pidió firmar una declaración en que no se le permitía indicar los motivos de su despido y tampoco se le permitió comunicarse con los clientes que manejaba, ni con su equipo. Finalmente, los rumores sobre su “renuncia” que fue la manera en que se manejó su desvinculación, la hicieron aparecer como conflictiva y complicada. Tanto así que un medio de comunicación la contactó para que “comentara las razones de su conflicto con Carey derivados de su renuncia a la oficina”.
En palabras de la propia demanda: “En la cultura legal chilena no resulta extraño que se critique a las mujeres abogadas que “se van” de oficinas prestigiosas y se les tilde de “conflictivas” o “complicadas” por quienes fueron sus empleadores, sembrando la duda y el rumor sobre sus competencias y cualidades. Es habitual que tales rumores siembren la sensación de que esas abogadas “no eran suficientemente buenas” para acceder a los cargos más altos de dichas organizaciones. Por esa razón, muy conocida por María José, esta fue enfática cuando pidió que se informara la “verdad” acerca de su despido”. Uno podría pensar que estas realidades son ajenas al común de los mortales, pero es así como se manejan los grandes grupos que lideran nuestro país, por lo que, lo que vemos más abajo no son nada más que un espejo de lo que es nuestra clase dirigente.