No había que ser un gran analista político para darse cuenta que incorporar “listas de independientes” a la Convención era un error que iba a costar caro. Y las razones eran bastante simples: Ser independiente no es ni por si acaso un sinónimo de virtud, en vez de proyectos colectivos promueven políticas identitarias cercanas al gremialismo, en el fondo nadie es realmente independiente, y como su definción es demasiado amplia, un nazi puede ser tan “independiente” como una activista medioambiental.
En Perú hicieron el experimento de tener una Democracia sin partidos y llevan 20 años en crisis, donde tienen políticos que cambian de bando en cada elección según sus posibilidades de salir electos, y cambian de opinión a cada rato para ganar un par de votos. ¿Saben quién quería una democracia sin partidos? Augusto Pinochet. ¿Saben quién promovía el gremialismo para acabar con los partidos? Jaime Guzmán. El proyecto para incorporar independientes al Congreso es el sueño húmedo de Pinochet y Guzmán para despolitizar a las personas, ya que al final terminas votando por “personajes” y no por proyectos colectivos.
No, los partidos políticos no son perfectos. Por supuesto que hay que exigirles aún más transparencia, se tiene que aumentar la fiscalización sobre ellos, y los mismos partidos tienen que mejorar su filtro para incorporar militantes. Pero nos guste o no, los partidos políticos son fundamentales para tener una Democracia sana. Querer sumar a “movimientos sociales” e “independientes sin partido” es la crónica de un desastre anunciado. Si en la Convención son ellos los que constantemente boicotean el proceso constituyente, adivinen qué pasará si más encima ahora los meten al Congreso…