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En el papel, eliminar la selección va en la dirección correcta. En un mundo ideal todos los colegios son buenos, el derecho a educación está garantizado y los jóvenes estudian en el recinto que les queda más cerca de la casa. Lamentablemente Chile está lejos de ser un país ideal, y lo único que logramos con el fin de la selección fue quitarle a los buenos estudiantes la posibilidad de estudiar en buenos colegios.
El fin de la selección tenía que ser acompañado por una inversión monstruosa en educación para que todos los colegios fueran de excelencia, al eliminar la selección sin esa inversión, lo que era una idea con buenas intenciones terminó siendo un fracaso monumental. Al final no sólo mataron la educación pública, más encima le cortaron las alas a miles de buenos estudiantes de escasos recursos.
¿El elefante en la habitación? Tenemos que aceptar que hay muchos jóvenes que simplemente no quieren estudiar, miren como los alumnos anarquistas se han tomado los liceos emblemáticos y no dejan estudiar el resto. Hasta que no arreglen esa crisis, y por más que suene horrible, no puedes juntar a los buenos estudiantes con los malos, ya que lo único que logras es nivelar para abajo y aplastar la meritocracia.
Es fácil tener la vida resuelta y decir que “la selección en los colegios no debe existir bajo ningún punto de vista”, pero hay familias completas que se están jugando su futuro en que su cabro chico sea un profesional. Por más buenas intenciones que haya detrás, hasta que no inviertan medio PIB en educación para hacer que todos los colegios sean buenos, la selección debe ser repuesta.