POR ISADORA REYNOLDS
Cuando la Ministra Vocera de Gobierno esgrime en una entrevista que “el debate del aborto no es uno ético o moral” se equivoca en dos cosas de manera garrafal. La primera es que el debate del aborto, libre o en causales, es esencialmente uno ético y moral. En segundo lugar, no es capaz de darse cuenta de que su propia posición es, esencialmente, también ética y moral.
Lo ética y moralmente aceptado por una mayoría inapelable de chilenos es el aborto en tres causales. Este fue un cambio cultural de proporciones y uno de los más grandes avances en nuestra historia reciente. Las encuestas constantemente reiteran que la población chilena está mayoritaria e irrevocablemente a favor de las causales, y no sólo aquella población que usualmente asociamos al progresismo.
Y aún tenemos miedo de volver atrás en las tres causales. No por nada las mujeres jóvenes corrieron a las urnas para votar, no a favor de Gabriel Boric, sino en contra de José Antonio Kast. El terror de perder un derecho que tanto costó conseguir fue más que suficiente para darle un amplio margen en las elecciones al Presidente. Pero, Sr. Presidente, usted no les devolvió la mano.
Sr. Presidente, no era el momento.
El revuelo causado en la cuenta pública por el anuncio de presentar un proyecto de aborto libre no fue menor. Como era previsible, vino con show incluido. Los parlamentarios más conservadores se retiraron de la sala, el Diputado Schalper se llevó una “parada de carros” inmerecida (que forzó al segundo piso a tener que disculparse en el acto), la oposición pisó el palito, la DC y el “centro” político aprovecharon de lanzar sus dardos, los Ministros pasaron por los medios apuntando el dedo para ver quién sabía y quién no. Y todo esto, ¿para qué? ¿Para subir un mísero punto en las encuestas? Recordemos que los mejores momentos del presidente han sido siempre después de las cuentas públicas. ¿Esta? Apenas rozó una subida dentro del margen de error. ¿Lo peor? Este “Faux Pas” del Presidente, acelerado y torpe, retrasó el debate al menos hasta el próximo ciclo electoral.
En este momento, ni siquiera se sabe si están los votos para aprobar un proyecto de este calibre. Lo que va a pasar es que el oficialismo lo presenta, la oposición (y el conservadurismo socialcristiano de izquierda) lo rechaza, el oficialismo alega que la oposición “no quiere negociar”, y hasta ahí llega el asunto. Un proyecto que va a quedar enterrado al menos un año antes de poder siquiera volverse a discutir. No sólo fue una jugada en falso mal ejecutada, sino que también pone en riesgo los proyectos más emblemáticos del Gobierno. En la recta final del mandato del Presidente Boric, las prioridades legislativas deberían ser un cruce entre las urgencias ciudadanas y las intenciones del programa que lo llevaron a La Moneda.
No es el momento de legislar esta materia. Siempre va a ser el mejor momento para debatir y nunca deben dejar de debatirse las cuestiones éticas y morales. Pero el anuncio no nos dio tiempo a los feminismos para ponernos de acuerdo, como lo hicieron nuestras antepasadas para el voto femenino, en el cómo se iba a dar la batalla de las ideas y el discurso común que tenemos que promulgar. Esta es una discusión que nos debemos entre feministas hace tiempo, pero aún no somos capaces siquiera de sentarnos las liberales con las radicales en el mismo foro.
Cuando las prioridades de la ciudadanía son pensiones, salud, seguridad y educación, lanzarse a legislar sobre un asunto que no se está debatiendo, ni se ha terminado de negociar, es matar la discusión antes de empezarla.
No, no es el momento. Al menos no de legislar.
La propia moralidad es invisible
Las dos posiciones en disputa son las siguientes: la autonomía corporal de la mujer versus la vida del que está por nacer.
La primera postura es, queridas feministas radicales, también moral y ética. Para ustedes, y un porcentaje alto de la población (donde me incluyo), el derecho de una mujer a decidir sobre su propio cuerpo va por sobre el de una vida en potencia. No den por sentado que es una postura obvia, esta es una decisión ontológica y deontológica, es decir, de lo que entendemos que somos y lo que debemos hacer; y no todos la comparten.
Para la segunda postura, la cuestión se reduce a delimitar el punto exacto en que un óvulo fecundado se convierte en un humano. Esta posición tiene subdivisiones que se basan en la decisión moral y ética del punto en el que comienza la vida: ¿en qué momento el feto es una persona en sí misma aparte de la mujer que lo está gestando? ¿Cuándo comienza el derecho a la vida y a que esta sea protegida de la intervención no consensuada? Para algunos comienza indiscutidamente en la concepción, para otros con el desarrollo del sistema nervioso y otros, más osados, ponen el límite entre el momento que separa a la madre del hijo en la viabilidad del feto fuera del útero. Acá muchas veces la discusión se reduce a ciencia versus fe, medicina versus filosofía. Pero no hay medicina –o ciencia– sin filosofía, del mismo modo que no hay obra sin artista. Dudo que alguien crea o quiera que una máquina determine por sí sola si eres humano o digno de vivir.
Siento decirles que la discusión de autonomía versus vida, ciencia versus fe, no se va a resolver. Nunca. Siempre va a haber gente que crea que la vida parte en la concepción, y la contraparte siempre va a creer que la autonomía del cuerpo es más importante que una mórula, un embrión, o un feto. Este no es un debate entre conservadores y progresistas, ni entre progresistas y liberales, ni entre liberales y liberales. En la academia y la élite intelectual, en los cafés y los centros de estudios, ya tienen clara su posición. Si quieren aborto libre, hay que bajar el debate a la población en general y convencerlos de que es una batalla que hay que dar.
No es un porcentaje muy alto al que hay que dar vuelta, pero no lo van a lograr con la estrategia actual, y menos aún ahora, porque no es el momento.
“Aborto libre, seguro y gratuito”
Si los feminismos quieren ganar la “batalla cultural” del debate sobre el aborto, les tengo un par de consejos.
Lo primero que tienen que hacer es botar a la basura el eslogan de “aborto libre, seguro y gratuito”. Con esta consigna no van a convencer a la fracción de la población que está de acuerdo con el aborto en tres (o incluso más) causales, simplemente porque esta frase no resuena con la ética y moral chilena. El feminismo radical atribuye la resistencia a aceptar el aborto libre a un conservadurismo religioso, pero, a mi juicio, se equivocan. La palabra que más molesta de este eslogan es “gratuito”.
El “ethos” del chileno tiene varios componentes, pero dos de los más importantes son el valor del trabajo y la responsabilidad individual. Lo que incomoda a la población sobre el aborto gratuito es que se aprovecha de lo primero y no se condice con lo segundo. El chileno no quiere pagar por la irresponsabilidad de otros. Tan simple como eso.
Las mujeres, incluso las más liberales, con las que he interactuado, responden a la cuestión de un aborto pagado por el Estado con frases más o menos así: “que aborten si quieren, pero no con mis impuestos”. Y este mismo discurso es el que predomina en la clase media, que se resiste a que el fruto de su trabajo se lo lleven otros que son “irresponsables” o “flojos”. Equiparen esto al debate sobre las pensiones; se reduce a lo mismo.
Irónicamente, esta parte de la consigna es la más fácil de reparar. Si el aborto fuese simplemente una prestación médica como cualquier otra, se cubre con Isapre o Fonasa, y la resistencia baja. Ya no es “gratis”, ya no se están robando mis impuestos: es cosa tuya, de tu plata y tu cuerpo.
La parte “libre” es la más difícil de argumentar, porque las tres causales son suficientes para muchos. Algunos incluso están dispuestos a discutir más causales, como incluir dentro de las justificaciones haber quedado embarazada por el fallo de anticonceptivos por problemas de fabricación o conservación, más aún después del escándalo del 2023. Pero pasar a lo libre va a costar.
La valoración del trabajo y la responsabilidad están detrás del por qué el aborto en tres causales es la opción que más puntos se lleva en las encuestas. Las causales son aceptadas porque abarcan todos los motivos en que, para el chileno en general, el aborto se justifica sin necesidad de excusas o explicaciones.
La causal de violación o incesto no necesita mayor esclarecimiento, acá no hay una mujer “irresponsable”. Responsable hay, y se llama violador. Es más, para mujeres y hombres en toda posición del espectro político y todas las clases sociales (ver el estudio Ipsos del 2021), la causal de violación ni siquiera se cuestiona. Este fue un gran logro de los feminismos. El debate se dio, se peleó, y se ganó.
La responsabilidad individual pesa mucho en el discurso de la ciudadanía. Si se han dado el tiempo de debatir con gente que no está de acuerdo con que no haya causales, lo que más repiten es que existen los anticonceptivos y profilácticos. Y si estos fallan, está la pastilla del día después. Y si eso falla, ¿por qué tuviste sexo entonces? Para cada caso, por muy específico y razonable que sea, hay una respuesta que alude a que fue tu responsabilidad, y la de tu pareja, por no cuidarse. Les recomiendo que, si quieren avanzar en la parte “libre” de la consigna, lo que hay que repetir, fuerte y claro, es que el aborto no es un método anticonceptivo. Nadie aborta por deporte, ni se busca ser “abortera profesional”. El aborto es la última instancia.
La clave del debate está en lo “seguro” y esto se conecta con las otras dos causales. Otros valores que caracterizan al ciudadano chileno son la compasión y la solidaridad. Es por esto que la causal de riesgo de la vida de la madre es tan ampliamente aceptada, incluso en sectores conservadores. Quizás son muy jóvenes para recordarlo, pero en el 2010 se presentó un proyecto de aborto terapéutico, y lo presentaron nada más ni nada menos que dos actores políticos de polos opuestos. Los en ese entonces Senadores Evelyn Matthei (UDI) y Fulvio Rossi (PS), trabajaron en conjunto para presentar este proyecto, aun cuando Patricio Walker (DC) señalaba que no era necesario legislar. Llevamos casi 15 años dispuestos a debatir cuando se trata de solidarizar y tener compasión por una madre cuya vida está en riesgo.
Estos mismos dos valores hacen que la causal de la inviabilidad del feto también pase casi sin ser cuestionada. Nadie podría no empatizar con una madre que sabe que su hijo no va a nacer, y obligarla a gestar hasta término sólo para ver a su hijo morir, es inmoral. Por ende, argumento de la parte “seguro”, es la que hay que pelear. Lo explico en el siguiente punto.
Las tres causales no son suficientes.
Esto no lo digo porque las tres causales no cubren lo “moral y éticamente” aceptable, es porque la existencia de una ley no es suficiente para asegurar su aplicación en la práctica. En este minuto, el aborto sigue sin ser seguro. Más aún, lo que falta es que esté asegurado.
Hoy en día, las mujeres más vulnerables quedan desprotegidas por un debate que no se dio como correspondía en su momento: la objeción de conciencia. Si bien es legal que un profesional de la salud no quiera interrumpir un embarazo por cuestiones, nuevamente, éticas y morales, permitimos que esta justificación deje a la deriva a las mujeres en sectores rurales y de escasos recursos. Ellas no tienen la opción de elegir su centro de salud con la facilidad que aquellas con mayores recursos sí tienen, por lo que si el (posiblemente único) médico que atiende en el centro de salud al que están obligadas a ir es un “objetor de conciencia”, las tres causales no son suficientes. Para ellas no alcanza. Y esto tiene solución, por ejemplo, que se incluya el aborto en el GES. El problema es que a quienes redactaron el proyecto ni siquiera se les ocurrió pensar en las mujeres a las que normalmente no ven.
¿Por qué insisto entonces que no es momento de legislar? Por las lecciones que nos deja el punto ciego de la objeción de conciencia en la legislación actual. Proyectos que se hacen a la rápida pueden ser contraproducentes y hasta dañinos. Basta con ver la debacle de la ley “no es no” en España, hecha tan “al lote” que está dejando a violadores fuera de la cárcel. Y aunque el Ministro Elizalde trató de bajarle el pelo diciendo que no nos enfocáramos en un par de minutos en tres horas de cuenta pública, es imposible no hacerlo. Más aún porque la supuesta justificación de haber anunciado el proyecto era porque la intención era “iniciar el debate” en el Congreso. Es poco y nada lo que se va a avanzar en esta materia si el proyecto se queda varado en eternas discusiones en el poder legislativo y sin el real debate frente a la ciudadanía, y sin las fuerzas del feminismo actuando en bloque, con un discurso claro, coherente y unificado.
En vez de legislar a tontas y a locas, nuestro foco tiene que ser, primero que todo, que las tres causales sean efectivas. Mientras algunas que, incluso cumpliendo con las causales, todavía tengan que conseguir Misoprostol en el mercado negro, con el riesgo de tener que hacerse un raspaje por un aborto fallido, y la posibilidad de una septicemia que hasta cause la muerte, ni siquiera existen las tres causales.
No podemos retroceder en esta materia, más aún cuando sigue habiendo problemáticas en las que avanzar. Menos aún podemos ser tan ciegos como para no ver que las tres causales no están aseguradas. Y se pueden perder.